Una alimentación equilibrada y de calidad es fundamental para mantener la salud en un estado óptimo. Este es el objetivo principal que promueve el Taller de Alimentación Saludable de la CPE, que desde 2019 dicta la licenciada en Nutrición Luciana Ros. Aunque en cada edición se modifican la forma y el contenido, la propuesta sigue centrada en brindar herramientas de educación alimentaria e información sobre lo que comemos.
Este año el taller está orientado a un público de adultos jóvenes y mayores, quienes participan activamente en una modalidad teórico-práctica, que alterna la teoría y la elaboración de preparaciones simples, que no requieran demasiados ingredientes y que, además, sean de consumo habitual, pero adaptando las recetas a comidas más saludables.
La mayoría de quienes asisten este año al taller son mujeres que llegaron con una inquietud similar: el interés por la cocina saludable, por mejorar su estado de salud, ya que algunas presentan alguna enfermedad de base, y en desmitificar o confirmar mucha información relacionada con la nutrición que escuchan y ven en medios de comunicación y redes sociales.
“Otro objetivo importante —señala Luciana Ros— es el intercambio entre las asistentes, de anécdotas y experiencias relacionadas con la alimentación, que es muy enriquecedor”. Sus aportes, sugerencias y temáticas propuestas, explica, sirvieron para la planificación de la segunda mitad de un año que coincidirá con un hecho hitórico en la política sanitaria nacional: la implementación de la Ley de Etiquetado Frontal.
Publicación de Unicef Argentina en celebración de la sanción de la ley de etiquetado frontal el 27 de octubre de 2021.
Una nueva herramienta
La última semana de agosto entró en vigencia la Ley 27.642 de Promoción de la Alimentación Saludable, más conocida como Ley de Etiquetado Frontal, aprobada no sin resistencias por el Congreso Nacional en octubre de 2021. Las experiencias más cercanas de iniciativas similares tienen como primer dato en común la enorme aprobación por parte de la sociedad, a pesar del fuerte lobby de las grandes productoras de alimentos y sus campañas publicitarias en contra de este tipo de normativas.
Para Luciana, “la ley garantiza el derecho a la salud y a una alimentación adecuada mediante la información clara” y, aunque la promoción de hábitos saludables debe ser responsabilidad principalmente de los equipos de salud, de los medios de comunicación y de entidades públicas, entre otros agentes, el etiquetado frontal con los octógonos negros que resaltan los excesos de azúcares, sal y grasas en los envases de lo que compramos, es una herramienta de enorme utilidad a la hora de elegir los alimentos que nos llevamos a casa.
La ley establece que los productos con excesos de sustancias que pueden afectar a la salud deben llevar los octógonos con la advertencia correspondiente. Foto: Télam.
“Veo que actualmente hay mayor conciencia e interés sobre la manera en la que nos alimentamos y cómo eso influye en nuestra vida diaria, especialmete en adolescentes y adultos jóvenes”, dice Luciana. De allí la importancia que le atribuye al abordaje en el ámbito familiar más que individual de la educación nutricional, sobre todo con los niños, foco del bombardeo publicitario permanente para hacerlos entusiastas consumidores de sus productos. “Es imprescindible —sostiene— aprovechar y contemplar los espacios educativos, recreativos y puntos de encuentros para realizar prevención y que la población sea multiplicadora de conocimiento”.
La ley de etiquetado, además de los octógonos de alerta, establece la eliminación de artilugios publicitarios que alienten el consumo de productos no tan saludables, como imágenes de superhéroes o caricaturas en los envases de galletitas, golosinas o gaseosas. Los primeros resultados de políticas similares en países cercanos geográfica o socioculturalmente, son alentadores.
Experiencias
Una primera evaluación en 2018 en Chile —pionero en la aplicación de una ley de etiquetado—, a dos años de su puesta en marcha, mostró una reducción promedio de entre el 46 y el 62 % de exposición de preescolares y adolescentes a publicidad de alimentos, un 25 % menos en la compra de bebidas azucaradas y un 17 % menos en postres envasados. Pero también impactó en la producción misma de los alimentos para no ser etiquetadas: se redujo en promedio de 25 % los azúcares y entre un 5 y 10 % en las categorías de alimentos estudiadas.
La aplicación de la ley ha contribuido a modificaciones tanto en la forma de comprar como en la de producir. Foto incluida en la publicación "El etiquetado frontal como instrumento de política para prevenir enfermedades no transmisibles en la Región de las Américas" de la Organización Panamericana de la Salud.
Al igual que en Uruguay, otro de los que ya implementaron esta política —lo hizo en 2018—, la aprobación social de la iniciativa está bastante por encima del 90 %. En México, país con el que el gobierno argentino trabajó para el diseño de la ley debido a las similitudes técnicas, se registraron cambios en la formulación de los ingredientes de los productos, incrementándose gradualmente la cantidad que quedó libre de sellos y leyendas. Y también resultó exitosa la restricción del uso de personajes en productos con etiquetados: en bebidas azucaradas dirigidas a niñas y niños, por ejemplo, el 39 % tenían personajes en marzo de 2020 y para julio de ese año el porcentaje bajó a prácticamente a cero.
En Argentina, la aplicación será gradual hasta noviembre de 2023, cuando tendrá que implementarse de manera completa. De hecho, a la publicación de este artículo, en al menos dos de las cadenas de supermercados de Santa Rosa aún no se habían recibido productos ya etiquetados. Llevará un tiempo para poder observar los primeros resultados, pero los antecedentes son alentadores en cuanto a su impacto positivo en los hábitos de consumo alimenticio.