Nuevo 1° de Octubre es una publicación mensual y gratuita de la CPE.
LA VIDA DE UNA INVESTIGADORA PAMPEANA EN EL CONTINENTE BLANCO

En febrero de 2005, la doctora en Geología de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam) e investigadora del CONICET, Ana Parras, vivió durante un mes en una de las zonas más inhóspitas y fascinantes del planeta: la Antártida. ¿Cómo transcurre el día de un científico en el continente blanco? Éste es su testimonio.

Publicada en marzo de 2006

La experiencia de haber vivido en la Antártida fue, tanto desde el punto de vista profesional y como personal, muy fuerte y enriquecedora, aunque muchas veces muy dura. Las bajas temperaturas y los fuertes vientos hacían que el trabajo a la intemperie fuera difícil, determinando que en ocasiones tuviéramos que permanecer varias horas dentro de las carpas, lo cual exige un gran poder de adaptación, solidaridad y grandes cuotas de buen humor.

Nada resultaba fácil en campaña: hasta la más mínima de las necesidades, como el agua, debía ser provista por nosotros derritiendo pequeñas cantidades de nieve o hielo. Teníamos tres tipos de carpas: las denominadas “piramidales”, que utilizábamos como dormitorios, con paredes dobles de lona y una puerta tipo manga para ingresar o salir de las mismas; dos carpas más grandes que utilizábamos como cocina, laboratorio y depósito, y dos pequeñas carpas que hacían de baño.

El día comenzaba en el interior de las carpas piramidales donde, durante la noche, debíamos acostarnos dentro de bolsas de dormir, sobre colchonetas inflables, separadas por una goma del piso congelado. La calefacción e iluminación dentro de las mismas se obtiene con faroles a gas, los cuales, por razones de seguridad encendíamos sólo al acostarnos y levantarnos. Aunque estas carpas nos brindan protección contra el viento, al apagarse el farol la temperatura interna se nivela rápidamente con la del exterior, por lo que, el frío se hace casi insoportable, era necesario meterse rápidamente dentro de la bolsa de dormir, cerrar el cierre hasta los ojos y permanecer allí hasta que llegara la hora de levantarse.

200603 La Antartida una experiencia apasionante 3

Luego de una agotadora jornada de trabajo, el regreso diario al campamento lo realizábamos cargados con mochilas repletas de rocas y fósiles. Allí, felices por haber cumplido con una nueva jornada a pesar de las condiciones climáticas habitualmente rigurosas, debíamos proceder al tedioso ritual de inspeccionar las carpas, estirar los vientos (los hilos que sostienen la estructura), ordenar las muestras, hacer agua, preparar la cena y limpiar los platos después de cenar.

El baño era otro aspecto complicado en el campamento. Una vez por semana debíamos desalojar completamente una carpa laboratorio, quitarle los pisos de lona y goma, obtener y calentar agua, y adquirir suficiente coraje para ducharnos, con la ayuda de una pequeña palangana de plástico y un jarrito, dentro de una carpa separada del frío exterior por una delgada pared de lona sintética.

En los campamentos antárticos no existe teléfono, fax o Internet, el único nexo con otros individuos lo constituía un equipo de radio, mediante el cual nos comunicábamos dos veces por semana con nuestros afectos en el continente. Además, cada noche luego de cenar, los integrantes de todos los campamentos desplegados en distintos puntos, nos preparábamos para el radioenlace nocturno, llamado “ronda”, con el encargado logístico de los campamentos antárticos, que tiene su puesto de control en la base Marambio. Este momento era uno de los más esperados del día, pues podíamos expresar nuestras novedades y requerimientos, recibíamos el pronóstico meteorológico para el próximo día e intercambiábamos observaciones científicas y de todo tipo, pero sobre todo porque nos reconfortaba oír una voz distinta a la de nosotros cuatro.

200603 La Antartida una experiencia apasionante 1

Nuestro trabajo continúa en este momento en los laboratorios y gabinetes de la Universidad Nacional de La Pampa, procesando los datos obtenidos y el material extraído. Como los afloramientos rocosos constituyen un porcentaje mínimo de la superficie de la Antártida, la reconstrucción de la geología y de las comunidades del pasado se convierte en un desafío en el que estaremos trabajando durante los próximos años.

El estudio

Las actividades científicas de la Argentina en Antártida datan de principios del siglo pasado, cuando el alférez José María Sobral integró -en calidad de meteorólogo, magnetólogo y geodesta- la expedición sueca del doctor Otto Nordenskjöld en 1901.

Luego de varias expediciones a la región, el gobierno argentino decidió establecer una entidad central responsable del trabajo científico desarrollado en la Antártida, que además fuera depositaria de la información reunida por expediciones anteriores, y que se ocupara de las actividades futuras. Así, el 17 de abril de 1951 se creó el Instituto Antártico Argentino (IAA), que desde sus inicios ha ocupado una posición destacada en los asuntos antárticos, enviando regularmente investigadores para realizar estudios y observaciones sobre paleontología, geología, glaciología, biología, meteorología, geofísica, cambio global, protección del ecosistema antártico y protección ambiental, siempre en coordinación con numerosas instituciones nacionales y extranjeras.

200603 La Antartida una experiencia apasionante 4

En el marco de estos proyectos, junto con otros 3 colegas (de la Universidad Nacional de La Pampa, del Instituto Antártico y del Museo Bernardino Rivadavia), la doctora Ana Parras fue invitada a participar en la Campaña Antártica de Verano 2005 (CAV2005), para realizar investigaciones en el área de la paleontología. El objeto de estudio eran los fósiles que se encuentran en rocas expuestas en la Isla Seymour (Marambio), y que vivieron en esa región hace cuarenta millones de años, formando parte de un ecosistema que no tiene paralelos en la actualidad, pues vivieron aproximadamente a la misma latitud en que se encuentran ahora, es decir, con muy pocas horas de luz y poca disponibilidad de nutrientes, pero con una temperatura del agua relativamente cálida (14º C).

El estudio detallado de estos fósiles y de las rocas que los contienen en este tipo particular de ambiente, resulta muy importante para entender la naturaleza y la influencia del control ambiental en la historia de la vida en nuestro planeta. Asimismo puede ayudar a predecir cómo podría ser, a grandes rasgos, la evolución de la misma en escenarios futuros.

*Ana Parras. Doctora en Geología e investigadora del CONICET