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A 20 AÑOS DE SU PARTIDA

El 17 de julio de 2001 falleció el gran músico, guitarrista y compositor Guillermo Jesús Mareque. A veinte años, estas líneas tienen el propósito de recordar y homenajear una figura cuya obra musical es ejemplo y símbolo de pampeanidad y que sigue latente en la memoria de la gente que apreció sin mengua su desbordante talento artístico.

Hombre de fina y alta sensibilidad, transparente, introvertido, modesto, recatado y de manso mirar, seducía con naturalidad al público y a sus interlocutores, tanto con los originales y arrobadores sonidos que arrancaba a su guitarra, como con su pulcra presencia física, que cuidaba con particular esmero. Aún se lo recuerda tanto por sus notables cualidades de compositor musical e intérprete instrumental como por la bonhomía de su calma personalidad.

Distinto, único

La talla artística de Mareque lo ubica como uno de los referentes fundantes y prominentes del cancionero pampeano, categoría que comparte con los poetas Juan Carlos Bustriazo Ortiz y Edgar Morisoli, y el pianista y compositor Enrique E. Fernández Mendía. Nacido en General Pico en 1926, vivió su niñez y primera adolescencia en Trenel y Telén, hasta que, con quince años de edad, se estableció en Santa Rosa en 1940. Fue trombonista, pianista y principalmente guitarrista autodidacta con posterior formación musical académica como discípulo del maestro Juan Mecca –director de la Banda de Policía de la provincia, que también integró Mareque–, y del pianista Alfredo Finocchi, quien lo formó en la ejecución de jazz en ese instrumento.

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Años ’60: Mareque aparece aquí ejecutando piano en la “Delfy Jazz Band” de Santa Rosa, que dirigía Delfino Nemesio, formación que contaba también con dos trompetas, un trombón a vara, tres saxofones y batería. Foto gentileza de Guillermo Mareque.

Ejecutaba la guitarra de un modo depurado, con un sello propio que lo distinguió de todo lo conocido. Junto a Bustriazo Ortiz fue el iniciador del denominado “Cancionero Folklórico Contemporáneo de la provincia de La Pampa”, a partir de la musicalización que le hizo, en 1954, de su poema titulado Canción para la niebla puelche. Esta obra configuró la génesis, el nacimiento mismo del nuevo cancionero pampeano de raíz folklórica, cuya existencia y desarrollo se prolonga hasta la actualidad.

Como se ve, fue músico de extracción popular y escolástica a la vez. Estudió la historia de la música universal y los tratados de guitarra, que leyó con curiosidad y avidez. Poseedor de una delicada percepción ante el hecho musical, Guillermo estaba formado como músico y ejecutante instrumental desde distintas vertientes, que lo modelaron sólidamente al cabo de muchos años de trabajo. En los grupos folklóricos “Los Huelleros de Huitrú Mapú” y “Médanos y Luna” primero; en las bandas de música de nuestra provincia y de la Armada Argentina a continuación; en orquestas de jazz luego y como intérprete solista de guitarra después, desplegó su habilidad con este último instrumento, que elegiría finalmente para expresarse artísticamente en plenitud. Era un músico virtuoso, infrecuente y polifacético.

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Año 1958. Conjunto folklórico santarroseño “Médanos y Luna”, integrado por (izq. a der.): Vicente Carnovale, Hilda E. Mugabure, Enrique E. Fernández Mendía (fundador y director), María A. Luisa Farías de Argañaraz y Guillermo Mareque. Foto gentileza de Hilda Elena Mugabure.

Influencia popular

Además del ejercicio espontáneo en la ejecución, Mareque se nutrió de distintas fuentes en el tratamiento de la guitarra. Esa actitud de indagar para conocer y aprender, lo llevó a alternar con guitarreros y músicos populares, guitarreros de fogones y de fiestas populares del oeste pampeano, como José Miranda –“Cochengo”–, o Juan Uala, de la zona de General Acha, de quienes abrevó peculiaridades y secretos de la ejecución de-la-guitarra-y-la-canción del hombre pampeano. Incursionar por los ambientes populares le fue dictando la impronta regional de los sonidos y las formas de su tratamiento. Sus ideas compositivas y sus características en la ejecución darían cuenta, luego, de aquellas lecciones recibidas por transmisión oral y visual.

Es autor de la primera musicalización que se hizo de la Zamba del río robado –obra emblemática de nuestro cancionero en las luchas por los derechos pampeanos sobre las aguas del Atuel-Salado-Chadileuvú-Curacó–, escrita por el poeta salteño Manuel José Castilla en el verano de 1959, durante su paso por La Pampa. Si bien existe otra versión musical posterior, del pianista Enrique Fernández Mendía, sería justo recuperar la de Mareque, nacida de su encuentro personal con el poeta en el momento en que éste la concibió en Santa Rosa. Tal recuperación ya tiene un sustento importante en la edición discográfica de la interpretación que de ella realizó en 2011, la cantante santarroseña Marcela Eijo, con el cantante cordobés Juan Iñaqui como invitado especial, acompañados por el pianista y arreglador Federico Camiletti.

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Juan Uala, nacido al oeste de La Reforma y establecido en General Acha en los años '70. Fue amigo personal de Guillermo Mareque, a quien visitaba en Santa Rosa y le transmitió secretos de la ejecución de la guitarra. La Lic. Ercilia Moreno Chá, quien tomó la fotografía, lo incluyó en el Documental Folklórico de la provincia de La Pampa editado en abril de 1976, interpretando la danza folklórica llamada Prado.

La obra

De Guillermo Mareque se conoce la existencia de alrededor de entre treinta y cinco y cuarenta obras musicales, pero se estima que su producción fue mayor. Compuso en las siguientes formas del género folklórico: milonga, huella, gato, malambo, zamba, triste, chacarera, cueca y también tango. Además creó obras tipificadas como canción, un denominado preludio, un trémolo y dos obras integrales o pequeñas sonatas, una de ellas de cinco movimientos, no encuadrada en un género musical específico.

Es un conjunto de creaciones constituido por formas populares y tradicionales de enorme valor histórico y artístico, en riesgo de desaparición si no se las pone a salvo del olvido. Por esta razón merecen, del mismo modo que su registro sonoro, gráfico, visual y otros formatos y soportes, la protección de la Ley Provincial nº 2.083, destinada a valorar, recuperar, preservar, promover, defender y difundir el patrimonio cultural e histórico de los pampeanos.

Expresiones intangibles

Las obras de Mareque son expresiones intangibles de la cultura pampeana, refieren a un modo de percepción artística identificado con lo regional, con el terruño, el lugar propio; el espacio abierto y su luz –la soledad del campo, la inmensidad del semidesierto– y a la vez la urbe no tan intensa en lo material, sí en lo vivencial, el atavío del artista, propiamente. Los sonidos de que están conformadas son, mismamente, los aromas y colores de la penumbra de los boliches de la orilla, de los fogones en los puestos, de la rueda amical en los patios de las casas de familia, del entrevero de cantores y guitarreros en las tenidas en público, del escenario anónimo y multicolor; son el intenso vibrar del soliloquio, el instante supremo de la creación artística del hombre, del músico, del guitarrista diferente, más bien único.

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17 de agosto de 1985. Guillermo Mareque ejecuta la guitarra en el Teatro Español de Santa Rosa, en el acto y espectáculo realizado con motivo de la presentación de la primera edición del libro “Cancionero de los Ríos”, que incluía las partituras de cuatro de sus obras musicales folklóricas. Foto: Juan Carlos “Tito” Evangelista.

Sus canciones recrean incesante y profundamente el toque guitarrero, al que nutre de formas sorprendentes y desconocidas que urden impensadas tramas sonoras, armoniosas ficciones de la secreta música de las guitarras. Están en el aire, en la memoria y el pensamiento de la gente. Su recuerdo revive y reaviva sensaciones irrepetibles e incesantes, nítidas e imperecederas. Están en el espíritu, el alma y el corazón de las personas que vibraron –vibran– y se emocionan ante ellas. Son formas de expresión que nacieron impregnadas de rasgos de origen popular, tradicional y anónimo, macerados con el fluir de los tiempos en el espíritu colectivo del paisanaje cantor y guitarrero de La Pampa. Sus cadencias, sus acentos, sus brillos, sus arrestos, sus preguntas y respuestas sonoras bebieron de su pasado, como ya se dijo, en los Miranda y en los Uala. Son su más genuina expresión. Se le atreven al temple falso, lo chucean y lo vencen con la música victoriosa del genio creador del compositor.

De tal modo La encontrada, La Polita, Brasitas de fogón, Pasos de milonga –definitivamente bellas–, son modelos de la creación triunfante en el Temple del Diablo –una forma de nombrar al temple falso–, que dominó con clara suficiencia Guillermo Mareque, último maestro quizás –y dueño de su secreto–, de ese mítico modo popular y tradicional de componer y guitarrear con afinaciones no convencionales del instrumento.

Creaciones de valor histórico

El valor histórico de las obras de Mareque radica en que fundaron un modo y una corriente de expresión musical folklórica en la provincia, que dio lugar al nacimiento de una nueva etapa histórica para la canción popular de ese género. Es la génesis, propiamente dicha, de una manera distinta y original de manifestación musical que fue y es guía insustituible de músicos creadores e intérpretes pampeanos, al momento de sumarse a la construcción del nuevo cancionero folklórico contemporáneo, a lo largo de más de seis décadas y media, a partir del primer paso dado por el guitarrista en la década de 1950.

Sus modos de elaboración musical gravitaron notablemente en sucesivas generaciones de músicos que los consideraron referencias ineludibles, y fueron fuente donde abrevaron otros talentos que también dejaron, más adelante, sus propias señales con que se continuó anudando la historia de la música regional. El guitarrista y arreglador Humberto Urquiza (“Beto”), por ejemplo, se miró en ese espejo y fue por ello un compositor innovador, emblemático, que nos legó De Guatraché y Ranquelina –sobre textos de Bustriazo Ortiz–, dos íconos –por belleza melódica una y originalidad estructural la otra–, del nuevo cancionero pampeano.

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Los fundadores del “Cancionero Folklórico Contemporáneo de La Pampa” en 1954: el poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz (izq.), y el guitarrista y compositor Guillermo Jesús Mareque, en una foto del autor tomada en Santa Rosa en 1981.

A su vez, las obras de Guillermo tienen un alto valor artístico inmenso porque son, cabalmente, creaciones de belleza superlativa en su construcción armónica, melódica y formal. Su belleza se compone de dos momentos creativos sucesivos y complementarios: el de la gestación y el de la posterior ejecución instrumental, en la que el compositor culmina su propia creación al adicionarle su impronta interpretativa sutil, exquisita, alambicada, poblada de matices, pletórica en lo expresivo, definitivamente inigualable e intransferible.

Dolor atroz

Mareque tuvo una vida sentimental inestable y compleja a partir de la disolución de su matrimonio con Emma A. Galluccio, primera esposa del compositor. En ese devenir formó otras parejas que lo sostuvieron afectivamente y fueron fiel compañía en su irrenunciable misión creadora y artística. Los últimos diez años de su vida los compartió con la poeta Teresa Pérez, que lo quiso y amó profundamente y lo acompañó hasta el final de sus días.

Pero también la vida le asestó injustamente dos golpes muy duros, con las muertes en Mar del Plata, de sus dos hijos, Guillermo Horacio –el día 28 de diciembre de 1987 cuando contaba sólo 36 años de edad–, y Nancy Amapola –el 15 de marzo de 1995, con apenas 47 años–, ambas por “paro cardio-respiratorio no traumático”.


Poema de Edgar Morisoli dedicado Guillermo Mareque tras la muerte de sus hijos y musicalizado e interpretado por Delfor Sombra. Parte del álbum "Navegación y vuelo" de Delfor Sombra, editado por Editorial Voces de la CPE en 2014.

Ante la tragedia familiar, el poeta Edgar Morisoli escribió el poema “El Desgajado”, que incorporó en 2006 a su libro Un largo sortilegio, y que sería musicalizado por el compositor Delfor Sombra. En el homenaje al guitarrista que la naciente Asociación Pampeana de Músicos realizó en 2011, a diez años de su muerte, la obra fue interpretada en el Teatro Español de Santa Rosa por el joven cantor Ezequiel Carpio, acompañado por el guitarrista Machi Sánez.

La partida

Hacia 1998 desmejoró la salud de Guillermo J. Mareque y luego de sobrellevar una dura enfermedad, la muerte lo encontró el 17 de julio de 2001, en una residencia para adultos mayores de Santa Rosa. Tenía 75 años de edad y sus restos descansan en el cementerio capitalino, junto a otros miembros de su familia.

Sería pertinente y justo que figuras del arte como Mareque estuvieran reunidas en un calendario que pudiera, cada año, ser reeditado simbólica y públicamente en todos los soportes posibles, para recrearlos cada vez y traerlos a la memoria colectiva, una manera posible de mantener viva la llama que ilumine los nombres de las personas y los hechos que construyeron nuestra historia y aportaron a la identidad cultural de La Pampa, la región y el país.


Libro en ciernes

Inédito aún, existe un libro sobre la figura artística y el perfil personal de Mareque, escrito y diseñado por el autor de estas líneas, cuya publicación está siendo gestionada en estos días y se espera que vea la luz próximamente: Guillermo J. Mareque, Compositor Pampeano (1926-2001) – Pionero del Folklore Contemporáneo de La Pampa. El nuevo volumen reúne la biografía completa del guitarrista, con sus datos genealógicos aportados gentilmente por el ingeniero Rubén Enrique “El Gaucho” Gómez Luna (2-5-1929/15-1-2021); información pormenorizada de sus obras –buena parte desconocidas–; biografías breves de poetas coautores de Mareque; textos especiales referidos a la afinación de la guitarra llamada “Temple del Diablo” en que ejecutaba; dieciséis breves entrevistas con recuerdos y opiniones sobre el artista de colegas y amigos que lo frecuentaron y conocieron cercanamente; y una importante iconografía de sus actividades artísticas y familiares. Además, el libro cuenta con la palabra del destacado guitarrista, compositor y concertista bonaerense Carlos Moscardini, quien nos instruye acabadamente acerca del corpus creativo del artista pampeano, y nos enseña cómo mirarlo y apreciarlo.

por Rubén R. L. Evangelista, músico, cantautor e investigador de la música pampeana.