En un año estaremos recordando el centenario del nacimiento de nuestra Olga Orozco. Muy probablemente durante esta etapa confluyan voces que nos acerquen a una poeta de renombre internacional, aunque tal vez no tan leída. Queremos aportar. La idea de este artículo es indagar brevemente en modelos o referencias que dan anclaje a la literariedad de esta autora; una identidad narrativa que convierte a su obra en única aunque en diálogo profundo con otras poéticas.
Publicada en marzo de 2019
Su poesía tiene siempre un valor iniciático influenciado por San Juan de la Cruz, Rimbaud, Nerval, Baudelaire, Milosz y Rilke, aunque también destacan en sus primeras lecturas los rusos (Tolstoi, Dostoievski), los místicos y los grandes poetas españoles del Siglo de Oro (Garcilaso, Quevedo, Santa Teresa).
El poeta y crítico Manuel Ruano resaltó: “Olga fue una enigmática discípula en ocultismo de una sombrerera italiana llamada Teresa, quien le enseñó todo lo que pudo acerca de sus misteriosas artes, depositando en ella su fe y conocimientos, entre otras cosas, del tarot. Así que desde muy niña, aprendió el lenguaje misterioso de los arcanos mayores y menores”.
En la poética que subyace en su obra se despliegan diversos símbolos, íconos, influencias y técnicas de escritura que han sido estudiados por investigadores de las universidades de Guadalajara (México) y Sevilla (España), con sendos libros publicados. También lo hizo Diana Irene Blanco en “Olga Orozco. La jerarquía de la palabra” (Dunken, 2009). Dentro de ese universo tan particular abordado por la exégesis literaria, existe una recurrencia constante en ciertos tópicos o temas que hacen a la esencia orozquiana.
Así como se puede reconocer que sus lecturas iniciáticas la adscriben a determinada línea de escritura (místicos o poetas theologus, paganos o esotéricos), es posible ubicarla en determinadas escuelas, sea la generación del '40 o el surrealismo, pero también romper el horizonte de expectativa que la sitúa en una soledad escrituraria en su época, por la temática que abordan sus libros.
Enfrentar una poética implica diferentes sensaciones que inciden mental y físicamente en el acto de lectura. Descubrir y profundizar en determinada obra conlleva un anudamiento con su creador y su entorno, con la resignificación de su época, el imaginario, la biblioteca y las intertextualidades. Leer a la autora de “Museo Salvaje” (1974) es ingresar a un plano movedizo que nos arroja a un universo donde se superpone lo existente y real junto a las posibilidades metafísicas de un paraíso o jardín primigenio. También las exploraciones poéticas tantean por medio de los vocablos la solidez de la casa, el devenir del ser, la levedad del espíritu y la persistencia de un Dios que clama en el revés del cielo o en los relámpagos de lo invisible.
Todas esas variaciones, a modo de búsquedas, son tratadas con los signos de la literatura, y representan la marca, la huella y la identidad narrativa de Olga Orozco.
Esta apreciación no implica desconocer la identidad narrativa que la diferencia de otras obras y formatos literarios, pero no es una paria que explora caminos donde se mixtura lo mitológico, la vocación lírico-religiosa: se podrían citar otras experiencias que refuerzan, de alguna manera, una tendencia en el tratamiento y experimentación literaria.
Parte de la poesía de Orozco dialoga y se intertextúa con otras voces de la tradición, pero también con producciones contemporáneas y emergentes. Sus indagaciones encajan en la línea de los místicos pero también de los míticos (“Las muertes”, 1952) y, por sobre todo, se relaciona con los tratados esotéricos, destacándose el trabajo sobre la cartomancia en “Los juegos peligrosos” (1962).
Algunos nombres jalonan estas aproximaciones: por ejemplo, Alberto Girri (1919-1991) y su libro “Propiedades de la magia” (Editorial Sur, 1959), con ilustraciones de Juan Batlle Planas. Aunque rehuye a que lo caratulen como esotérico, insiste desde lo creativo y en “Lírica de percepciones” (Sudamericana, 1983) anota “Respuesta de oráculo” o “Cabalista”.
Celia Gourinski (1938-2008), amiga personal de Olga, transita senderos parecidos donde gnosticismo, transmutaciones y alquimia conviven y componen una matriz reveladora. Algunos títulos comulgan con la escritora pampeana, como el libro en prosa “El regreso de Jonás” (Rayuela, 1971) o “Inocencia feroz” (Argonauta, 1999), donde el poeta correntino Francisco Madariaga resalta: “Pocas veces aparecen en nuestro panorama poetas de aquellos a los que el infinito del dios les ha sido confiado”.
La poeta cordobesa, Glauce Baldovin (1928-1995), conocida como “la maga blanca”, es autora de una serie de libros con una impronta ideológica (“La militancia”, 1972; Premio Casa de las Américas, Cuba), y también de exploración y experimentación metafísica (“Yo Seclaud”, Argos, 1999). Escribe: “La Magia vuela en espiral sobre nuestras cabezas/ forma una caverna espejada donde el pasado se refleja/ y se refleja la mano del futuro/ con una flor blanca como ofrenda”.
Y por último se cita a Romilio Ribero (1933-1974), autor de obras como “Libro de bodas, plantas y amuletos” (Losada, 1963); “Las mujeres, las magias” (Alción, 1997); “Propiedades de la magia” (Alción, 1999); “Libro de las hechiceras y los matrimonios” (2003), donde inscribe: “Las hechiceras hablan de ese Libro, como de algo signado por sus encantamientos”. Julio Castellanos señala: “Poeta de elocuencia de cuño surrealista y de recurrencias a lo mágico y a lo mítico”.
Olga Orozco. Una invitación permanente al placer de la lectura y al estudio.
Algunos datos biográficos
Olga Noemí Gugliotta nació en Toay el 17 de marzo de 1920. En 1928 su familia se trasladó a Bahía Blanca y aún adolescente se afincó en Buenos Aires donde estudió Filosofía y Letras. Aparte de sus poemarios se destacan dos obras en prosa: “La oscuridad es otro sol” (1967) y “También la luz es un abismo” (1995). Obtuvo, entre otros reconocimientos, los premios Municipal (1962) y Nacional (1988), pero la consagración o legitimación definitiva llegó con el Premio de Literatura Latinoamericana “Juan Rulfo” (1998). Falleció en Buenos Aires el 15 de agosto de 1999.
*Sergio de Matteo es escritor. Presidente de la Asociación Pampeana de Escritores (APE)