Estamos construyendo un significado nuevo de memoria. No es sólo ni principalmente un recuerdo melancólico de algún episodio concluido para siempre. No es un adorno de la muerte, que al mismo tiempo la edulcora y la confirma.
Es para nosotros una fuerza y un contenido vivo, activo, dinámico, tonificador del presente y del futuro. Esculpimos memoria porque amamos la vida, otra vida que la que ha sido y la que es.
Es una de las disputas centrales en las que nos involucramos como militantes de la vida: el sentido de la memoria. La concebimos como argamasa de la conciencia, la que nos conduce a adoptar compromisos de vida y a tomar decisiones cotidianas.
El simbolismo, la escritura, la numeración son actos fundacionales de la cultura humana y son actos de memoria. Memoria es extensión al pasado y proyección al futuro de ese presente absoluto que es la conciencia.
Desaparecido y olvidado serían pasado y presente del triunfo de la muerte. Memoria y verdad son mojones en el camino de un pueblo; olvido y negación son garantía de repetición y extravío. La diferencia es sólo un pedazo de tela blanca de 20 centímetros cuadrados.
Llevamos cuarenta y cinco años en esta lucha y podemos mirar hacia atrás con algunas disputas ganadas. Hemos puesto el “genocidio” donde habitaba el “algo habrán hecho”; los “30 mil desaparecidos” donde guapeaba “una guerra”; mil condenados por delitos de lesa humanidad en el lugar de las leyes de impunidad; la memoria como saber prioritario en educación, en reemplazo de “los argentinos somos derechos y humanos”; el genocidio de los pueblos originarios, donde se lustraba la “conquista del desierto”.
No es poco, ni suficiente.
También sabemos que el trabajo sucio de la sangre es la primera capa de la cebolla. Poco a poco nos hemos dado cuenta de que la acción genocida de las fuerzas del Estado no hubiera sido posible sin un empeño masivo de justificación, ocultamiento o negación por parte de las “usinas” de significados: la iglesia, las empresas de comunicación y las instituciones judiciales (epistemicidio lo llama Ramón Grosfoguel). Sólo así se explican las cuatro décadas de retraso en su juzgamiento.
Memoria es también brote y reverdecer, porque al fin y al cabo, todas las luchas por la vida confluyen en las mismas calles donde marchamos, la de los ecosistemas, la de los géneros y la de una patria para todes que no tenga fronteras.
* Franco Catalani es abogado y profesor de Ciencia Política y Sociología de la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNLPam. Es, además, querellante en los juicios por crímenes de lesa humanidad en la Subzona 14.