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Hacerse la casa propia, como el hornero

La autoconstrucción de casas ecológicas es una tendencia que va en aumento.  ¿Cómo se hacen, con qué materiales, cuál es la mirada de la vida detrás de la decisión de tener este tipo de vivienda? Historias de pampeanos que pusieron manos a la obra para levantar su techo.

Publicada en junio de 2018

El sueño de la casa propia,  ¿cuándo deja de ser sueño? Los números no cierran, estamos sin suerte en los sorteos de los planes de construcción, imposible acceder a un crédito hipotecario. Pero tenemos el terreno propio y eso podría marcar una enorme diferencia: “La tierra se convierte en oro en manos de los sabios”, escribió Rumi, el filósofo persa. Y el arquitecto iraní Nader Khalili le dio sentido a ese verso de un modo revolucionario, inventó la técnica de construcción ecológica llamada superadobe: sacos de barro que nos permiten levantar nosotros mismos las paredes de un hogar. No, nadie dice que sea fácil, pero es una opción posible.

Analisa es de Guatraché, una mañana de 2013, navegando por Internet, se topó con una nota acerca de casas ecológicas y pensó que era una oportunidad para ellos, frente a los costos altísimos del mercado. Con Renato, su marido, empezaron a investigar e hicieron un taller vivencial para aprender la técnica de superadobe. Esa experiencia les abrió la primera puerta: comenzaron a mirar todo de otra manera.

Arrancaron su propia aventura ese mismo verano. Analisa es Profesora de Danzas y expresión corporal, Renato está a un par de materias de recibirse de Comunicador Audiovisual, o sea, de arquitectura y albañilería ni idea. A medida que su casa se levanta, van apareciendo dudas y le encuentran la vuelta para dar con las respuestas. Las paredes ya alcanzan los 2,5 metros de altura. Trabajan solos y en tiempos insólitos: en sus vacaciones, los domingos, los ratitos de sol que les deja el día por fuera del tiempo laboral. A veces sus hijos, Irene de 5 y Fermín de 3, juegan a que los ayudan y juntan barro con sus baldecitos de playa. 

Entonces esta decisión se vuelve también filosofía de vida:

—Nos empezamos a preguntar cómo ahorrar energía, estamos investigando la posibilidad de tener paneles y termotanques solares, averiguamos qué se puede hacer con los deshechos, descubrimos la opción de poner un biodigestor en vez del pozo ciego para poder reutilizar esa agua para riego, queremos hacer una estufa rusa.

Algunos vecinos de Guatraché les dicen que la casa va a quedar buenísima, que de hecho así se hacían antes; otros creen que es una locura. De lo único que está convencida esta familia es que nada es más emocionante que ver cómo su casa va tomando forma con la fuerza de sus propias manos.

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Podríamos cambiar el adjetivo del “Home sweet home”, por “Hogar eco hogar”, tal vez el sentido de calidez sea incluso más efectivo. Pablo Logc es Ingeniero en Materiales e hizo un doctorado con beca en Conicet en estructuras de madera. Se interesó mucho en conocer cada vez más las técnicas de construcción alternativa que, como dice, no son cosas de hippies, sino un camino hacia la autoconstrucción que muchas personas desconocen y que permite levantar casas que ofrecen muchas virtudes respecto a las de ladrillo, cemento, hormigón, acero.

—Son más saludables a nivel contaminación, tienen gran capacidad para intercambiar oxígeno y humedad con el afuera, mayor poder de aislación y menos radiación, incluso la condensación de polvo es menor. Claro que hacerlas nos saca del lugar pasivo del propietario ya que demanda estar participando, exige tiempo, esfuerzo físico, herramientas adecuadas y asesoramiento, porque no hay que dejar de lado las normativas vigentes de cada lugar para que las casas sean seguras y legales.

Las técnicas más estudiadas y que empiezan a ganar seguidores son las de superadobe, las que utilizan fardos de paja o paja encofrada, la quincha -un esqueleto de madera o troncos que se rellena con barro- o aquellas que usan objetos que se pueden reciclar. Romina Taverna es arquitecta y hace seis años trabaja en bioconstrucción. Dice que las consultas van en aumento, aunque es un proceso lento, pero que las personas se animan cada vez más, no sólo porque empiezan a ver estas casas sino a evidenciar lo bien que funcionan.

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Wat Pa Maha Chedi Kaew es un templo budista que se encuentra en Tailandia y que fue construido con más de un millón de botellas de cerveza. Cuando Margarita Cervio lo vio en fotos quedó maravillada. Hoy, esta mujer de General Pico, junto a su hijo Jalil de 12 años, también levantan las paredes de su casa con botellas: ya suman 20 mil las que fueron cortadas y pegadas con paciencia para sostener este gran sueño.

Margarita dice que sus padres hicieron solos la casa donde ella nació. Su madre, embarazada, era la encargada de poner los pisos. Y más adelante, cuando hicieron una ampliación, ella ya era una niña que colaboraba pegando ladrillos. Hay algo de esa tradición que la marcó, sumado al hecho de que se considera una ecologista por convicción. El hogar que construye fue diseñado por un arquitecto atendiendo a sus necesidades y a las de Jalil: que sea un espacio de contemplación y valoración de la naturaleza, que esté orientada para seguir al sol, con una terraza para ver las estrellas, con un bosquecito donde ya plantaron ocho frutales para hacer mermeladas y dulces.

La casa va tomando forma gracias al amor de madre e hijo. Ya está techada, pero las paredes no son portantes del techo, para terminarla falta colocar todas las botellas. Claro que antes de eso hay que recolectarlas, lavarlas, secarlas, cortarlas, unirlas, separarlas en cajas, llevarlas a la obra. Margarita sale del trabajo en el área de Turismo de la Municipalidad de Pico y se dedica a esto. Dice que sus herramientas tienen que ver más con la repostería que con la albañilería.

Al comienzo no sabía si iba a aguantar el trabajo, la entrega, las horas en el andamio, el frío del invierno, el calor aplastante del verano, también se preguntaba si le iba a gustar aquello que estaba casi inventando.

—Y la realidad superó mi expectativa, porque me encanta- dice.

No sabe cuándo estará lista para mudarse, tampoco parece preocuparle. En estos tiempos en que todo es ya, es ahora, le parece hermoso enseñarle a su hijo a armarse de paciencia, disfrutar los procesos, y hacer de esta casa un regalo, una gran muestra de amor.

*Ángeles Alemandi es periodista