La mujer pampeana debió librar una lucha personal cuando decidió expresarse con libertad como cantante de canciones folklóricas, al hacerse visible y expandirse esa actividad artística en los años ’50 y ’60 del siglo XX en nuestra provincia y particularmente en Santa Rosa. La interpretación vocal parecía entonces estar reservada para los varones, en línea con la misma premisa que regía de hecho la constitución de conjuntos orquestales y grupales de música y canto popular en todas sus variantes. Esa condición implícitamente discriminatoria no estaba en la consideración de nadie, ni siquiera de la propia mujer, quizás porque era una realidad a la que la sociedad estaba habituada como si se tratara de algo preestablecido en el ambiente de la música y el canto, regido casi totalmente por hombres desde los albores del siglo anterior en nuestro ámbito folklórico local.
Hacemos referencia sólo al canto folklórico solista, duetos o pequeñas formaciones, mientras que en el mismo género musical sí se expresaba la mujer participando en la práctica, por ejemplo, de la danza tradicional argentina, disciplina desarrollada desde mitad del siglo pasado mediante las “Parejas de danzas” individuales y los “Cuerpos de danzas” luego llamados “Ballets de danzas folklóricas”.
En esta nota ponemos la mirada en dos mujeres pampeanas que transitaron, cuanto menos, estado de indefensión en sus respectivas actividades artísticas, en relación con su condición de cantantes populares de canciones folklóricas. Ellas son Hilda Elena Mugabure (80), nacida en Santa Rosa el 6 de marzo de 1943, cancionista del conjunto “Médanos y Luna” entre 1957 y 1960; y Nélida Esther Domínguez (80) nacida en la zona rural de Toay el 24 de agosto de 1942, cantora del conjunto “Cochicó” entre 1960 y 1969. Ambas formaciones folklóricas habían sido creadas y dirigidas por el pianista y compositor santarroseño Enrique Eulogio Fernández Mendía (1916-1978).
Las restricciones o limitaciones que debieron afrontar las intérpretes, fueron de naturaleza intra familiar, como se verá más adelante, por lo cual recién cuando las cantantes narraron sus historias artísticas y personales en sendas entrevistas realizadas en Santa Rosa por quien esto escribe, se visibilizaron y ahora se dan a conocer cuando han pasado unos 60 años.
Hicieron historia
No obstante las rémoras y dificultades halladas en sus respectivos caminos artísticos, Hilda Mugabure y Nélida Domínguez protagonizaron para la historia de nuestro cancionero criollo, sendos momentos fundantes sucesivos de alta emotividad e incidencia, con sus respectivos conjuntos instrumentales, que sacudieron la escena local del canto folklórico, al ponerlos en primer plano con sus femeninas coloraturas vocales, instancia de ruptura, además, en el devenir de la canción folklórica en la provincia, que empezaba a incorporar las primeras expresiones poéticas y musicales de creadores pampeanos.
Voces contemporáneas
Otras mujeres respaldaron, dignificaron y le dieron continuidad a la presencia femenina en el repertorio folklórico de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, tales los casos de la pianista y docente achense Anita Carmen “Chela” Gentile (1929-2015), quien componía y enseñaba sus obras a la juventud desde principios de los ‘50. En Santa Rosa, Lucía Amelia Albarellos tocaba y cantaba con su esposo Orlando Enrique Hernández (1920-1992) desde fines de ese mismo decenio; Mercedes Julia “Mecha” Tubán, empezó a cantar en público en 1961 en el trío “Los Chasquis" junto a su hermano Oscar Bautista Tubán (1937-2014) y “Pocho” Roldán; Ana Nélida “Cuqui” Ramos se sumó como cantante folklórica al iniciarse la década del ‘60; las hermanas Alicia y Aidé Urquiza estuvieron activas también desde el umbral de ese decenio; y María Luisa Farías de Argañaraz, primera vocalista del conjunto “Médanos y Luna” —santiagueña de origen— llegada al conjunto de Mendía a mitad de los ‘50, fue antecesora en ese grupo de Hilda Elena Mugabure con quien a partir de 1957 realizaba dúos en los que esta última abordaba la segunda voz.
Hilda Elena Mugabure en “Médanos y luna”
Música y canto en el ADN familiar
La cantante popular Hilda Elena Mugabure nació en Santa Rosa, el 6 de marzo de 1943. Es hija de Raúl Ignacio Mugabure y Elena Goycochea, cuyos progenitores, a su vez, pertenecieron a familias de inmigrantes vascos y vascos-franceses.
En un ambiente familiar en que la música y el canto estuvieron siempre muy presentes, una hermana de su madre practicó el arte de cantar aunque no profesionalmente; y una prima ha sido cantante lírica en Mar del Plata. Su hermano, Raúl Horacio Mugabure, fallecido cuando aún era muy joven, también cantaba y tocaba la guitarra.
Del matrimonio de Hilda Elena Mugabure con Henry Félix Sánchez —quien falleció el 26 de noviembre de 2008 a los 65 años— nacieron tres hijas, todas buenas cantantes, expresivas y de agradable coloratura vocal, que se inclinaron por músicas “modernas”, no por el folklore. La mayor, Graciela Adriana, de 58 añoses madre de Renata y Matías, músico rockero éste que integra una banda del género, toca el bajo y es cantor. Luego llegó a ese hogar lleno de música y canto Claudia Andrea, quien falleció cuando sólo contaba 35 años, el 16 de marzo de 2003; residía en General Pico, y se destacaba por ser excelente cantante; tuvo un único hijo a quien llamó Mateo, que hoy cuenta 22 años. La tercera y menor de las hermanas, se llama Laura Carina, tiene 49 años, y vive también General Pico. Es la madre de Candela y Julián, quienes completan el conjunto de cinco nietos y nietas de la protagonista Hilda Mugabure.
Tango iniciático
La casa familiar de los Mugabure estaba en la céntrica calle Nicolás Avellaneda de la capital pampeana, justo al lado de la vivienda del bandoneonista Roque Cherascot, quien tenía allí su conocida "Confitería Sonia”, y con quien Hilda dio los primeros pasos cantando tangos, como aquél que estaba de moda, titulado “Maula” (de Adolfo Mondino y Víctor Soliño). Cherascot la llamaba desde su casa, y allá iba Hilda a cantar, con el entusiasmo de toda principiante, cuando recién alcanzaba los 13 años de edad.
Era el momento ideal para comenzar a vocalizar, para lo cual tomó clases con el profesor César Rodríguez, el docente especial de música más antiguo e influyente en Santa Rosa en esos años, quien le enseñó canciones melódicas conocidas de la ápoca que él le elegía, y que Hilda abordaba complacida y con esmero: "Historia de un Amor” (de C. A. Almarán), "Perfidia” (de Ch. Navarro), "Mademoiselle de París” (de P. Durand y H. Contet),"Noche de Ronda" (de A. Lara) y otras.
Ingreso a "Médanos y luna"
Un día, practicando tangos en la casa de R. Cherascot, Hilda conoció al pianista Fernández Mendía, muy amigo del bandoneonista, quien la invitó a sumarse a su conjunto folklórico “Médanos y Luna”, y enseguida ocupó ese lugar con sólo 14 años de edad. De inmediato comenzaron los ensayos en la casa de familia del pianista, acordeonista y compositor en calle 25 de Mayo, donde también vivía como inquilino —según recordó Hilda—, el conocido bandoneonista José Cambareri. El conjunto folklórico “Médanos y Luna”, que había sido fundado por Fernández Mendía en el umbral de la década de 1950, estuvo activo durante todo ese decenio. Hilda Mugabure se suma al conjunto en el año 1957 y permanece hasta 1960. Ya integraba la formación la cancionista Ana Luisa Farías de Argañaraz, a quien Hilda comenzó a hacerle segunda voz, hasta que poco después aquella se muda a Buenos Aires. El conjunto hizo numerosas actuaciones y giras por la provincia; actuaba por LRA3 Radio del Nacional Santa Rosa; y hasta obtuvo un destacado segundo lugar en un importante concurso nacional de la marca “Godeco”, cuya final se transmitió por Radio Splendid de Buenos Aires.
A Hilda le gustaba también la música del litoral como “Alma Guaraní” (O. Sosa Cordero y Damasio Esquivel), “Quisiera Ser” (de Mario Clavel), y las guaranias paraguayas. Por otro lado, la conocida y bella zamba “La Compañera”, de Oscar Valles (1924-2003), era un éxito del conjunto y la cantante, que en las actuaciones en vivo se apoyaban en esa obra, que era su carta de presentación, para gratificar y complacer al público.
Prohibido cantar
El pianista Fernández Mendía la cobijó bajo su tutela artística entre los 14 y los 17 años, y de pronto la actividad del canto se vio interrumpida para Hilda. A partir de 1960 se ausentó de los escenarios durante un extenso lapso de casi seis lustros, impedida en lo inmediato por el noviazgo y posterior casamiento con Henry Félix Sánchez, el ejercicio del matrimonio, la maternidad y también otro factor inesperado por la artista, que resultó infranqueable:
Rubén Evangelista: ¿Cuánto tiempo estuviste en Médanos y Luna?
Hilda Elena Mugabure: No mucho, porque cuando me hice de novia con mi marido, él ya no me dejó cantar más, porque eran todos varones y yo tenía que salir de gira con varones ¡y eso que yo siempre iba con una mujer acompañante! Y después, a lo largo de los años, “a la vejez viruela”, alrededor de 1989 decidió que podia cantar otra vez…
RE: A los 14 años ya estabas en el grupo, ¿habrás permanecido 4, 5 años, o más?
HEM: No, hasta los 17 años, por ahí, más o menos hasta 1960.
RE: ¿Entonces cuando te fuiste de “Médanos y Luna” el grupo se disolvió? Porque Mendía decía que el conjunto duró hasta el ’60.
HEM: ¡Claro que se desarmó, no fue más “Médanos y Luna”! Enseguidita Mendía armó otro grupo.
RE: Y ya no estaban Guillermo Mareque (guitarrista), ni Vicente Carnovale (contrabajista), ni estabas vos (cancionista), así que era otro conjunto totalmente distinto.
HEM: Mareque tenía otras actividades, entonces se fue ausentando del grupo de a poco, y empezó a sumarse el guitarrista Orestes Braile en su lugar, y si éste no podia estar, lo reemplazaba “El Negro” (José María) Acuña.
La llegada de estos músicos era el embrión del nuevo grupo que iba a crear Mendía para la cantante Nélida Esther Domínguez, que iba a llamarse “Cochicó”. Ya por entonces, Hilda Mugabure estaba condicionada e impedida artísticamente, de tal manera que estuvo sin cantar en público nada menos que durante ¡29 años! En ese interregno, concurre a tomar clases de guitarra con la cantante y guitarrista Gloria Calvo, mientras era estudiante en la Escuela Profesional de Mujeres, momento en que se sumó a un conjunto vocal que remedaba nada menos que al grupo norteamericano “Los Plateros”, cantando incluso en idioma inglés, junto a Cacho Romero, Puky Otignano, Tachi Gaich y Rubén Rodríguez Poncetta, que actuaba en las fiestas del secundario.
Permitido cantar de nuevo
RE: ¿Cuándo volviste a los escenarios?
HEM: En 1989 empecé de nuevo. Fuimos a cenar a la peña “El Rancho de Pampa 4”; estaba tocando el trío de guitarras formado por Oscar B. Tubán, Julio González y otro joven guitarrista: “Las Guitarras Pampeanas” se llamaban. Justo estaban interpretando el chamamé “Kilómetro 11”, y mi marido, que no podía con el genio, porque él quería que yo me mostrara, fue a hablar con la esposa de Tito Fernández, uno de los titulares del local e integrante del conjunto “Pampa 4” —que esa vez no estaba presente—, para que yo pudiera cantar en el escenario. Entonces, cuando ellos estaban tocando, subí, en la segunda parte de “Kilómetro 11”; bajaron a mi tonalidad el chamamé y pude cantarlo; y luego interpreté “Pájaro Chogüí” y desde esa vez seguí cantando… Luego el guitarrista Tubán vino a verme y preguntarme si quería integrar el conjunto con ellos, a dos guitarras, pues el otro muchacho ya no estaba: eran Oscar B. Tubán y Julio González, “así se armó y empecé a actuar de nuevo”.
Regreso con gloria
El regreso de Hilda E. Mugabure a los tablados en 1989 se produjo en condición de cantante solista, y a partir de ese momento tuvo diversos acompañantes instrumentistas en sucesivas etapas: Oscar Tubán, Jorge Sosa, Julio González, Tito Morales, Oscar Salazar, Cachi Suárez, Isidoro Cornejo, Hugo Fantini y los hermanos “Pancho” y José Calvo, entre otros. Ello le permitió llevar adelante una intensa actividad de intérprete vocal, que la tuvo de nuevo como protagonista destacada durante otras tres décadas y hasta la actualidad.
"La Vasquita del Folklore", como la llamaban y así rezan los afiches de la época, en los años ’90 era ya un símbolo de entrega y perseverancia como intérprete de folklore, que prolongó su revival artístico en el inicio del siglo XXI con el mismo espíritu y vocación que cuarenta años antes, cuando cantaba en el conjunto "Médanos y Luna", junto al piano de Fernández Mendía, la guitarra de Guillermo Mareque y el contrabajo de Vicente Carnovale. Y haciendo gala de gran versatilidad como cantante, cuando todavía residía en Santa Rosa participó en el Centro de Jubilados de Villa Alonso, en puestas en escena de los clásicos “patios de tango”, y en particular en una obra teatralizada en que, asumiendo el papel de intérprete de música ciudadana, le tocó cantar –y lo hizo con notable solvencia– algunos fragmentos de tangos.
También se hizo tiempo para, en ese período, integrar en Santa Rosa el Coro “Ayuntún”, dirigido por el maestro Mario Figueroa, actividad que compartió con la otra protagonista de esta historia de dos voces femeninas pioneras de nuestro folklore: Nélida Domínguez. En la actualidad, pero en la ciudad de General Pico donde vive desde hace unos diez años, participa en el “Coro de la Tercera Edad” dependiente de la Municipalidad, dirigido por el maestro Sebastián Díaz, y por otra parte toma clases de canto con el músico, compositor y cantante Daniel González, con quien suele interpretar canciones a dúo, como ocurrió el 24 de diciembre del año 2022, en que participaron de la denominada “Navidad Musical” en el Hogar de Ancianos Don Bosco, de aquella ciudad.
Muy apreciada y admirada como intérprete popular de folklore, Hilda Mugabure ha cosechado innumerables amistades, que la valoran tanto por sus dotes personales como por sus cualidades de cantante, su expresiva voz y su natural e irrenunciable simpatía para con la gente.
Nélida Esther Domínguez y su Conjunto Cochicó
Hija de Manuela Alvando y Reinaldo Domínguez, Nélida Esther Domínguez (80) nació el 24 de agosto de 1942 en la zona rural de Toay, en un puesto del establecimiento de campo llamado “Ta-Huillco”, propiedad de la familia Pereyra Iraola, situado a unas 8 a 10 leguas al sudoeste de Santa Rosa. Su nacimiento se asentó formalmente, como ocurrió con todos los miembros de la familia, en el entonces pequeño pueblo de Toay. Eran tiempos en que la mujer de mayor edad de la familia oficiaba de partera en el lugar, por lo que a Nélida la recibió en su llegada a este mundo su abuela materna, Lucía Alvarado de Alvando quien vivía allí con los demás, como su esposo, —abuelo de Nélida y de sus dos hermanos y su hermana mayor—, don Evaristo Domínguez, de quien se decía que había venido de San Juan, o de otro lugar del país, aunque nunca se tuvo certeza de ello; “(…) a mi abuelo nunca le conocimos ni tíos, ni hermanos, ni primos, nada: era mi abuelo solo, yo lo conocí. Ocurría lo mismo con la familia de mi abuela Lucía, no sabíamos de dónde provenía.
Entorno familiar
El esposo de Nélida se llamaba Abel Omar Rincón, a quien apodaban “Pluma”. Su actividad laboral estaba relacionada con la actividad agrícola; realizaba tareas de ventilación de cereal, una técnica especial para mantener en buen estado el cereal almacenado en silos u otros depósitos. Primero lo hizo en el ámbito familiar, en el galpón con su padre y hermanos; luego en una casa cerealera de Santa Rosa, y más tarde como una actividad comercial independiente. Falleció de embolia cerebral en 1999. Nélida tiene dos hijos varones: el mayor se llama Carlos Abel Rincón, nacido en 1961 y es mecánico; el hijo menor, Omar Horacio Rincón, nació en 1962, es arquitecto, se lo conoce como “Koky”, apodo que utiliza como seudónimo para su condición de cantautor, con varios discos editados, actividad artística que ha desplegado en simultáneo con la función laboral que cumple, integrando misiones humanitarias en un organismo de la OEA, en diversos países del mundo. En su periplo itinerante, este año 2023 lo encuentra viviendo en Ginebra con su segunda esposa y el hijo de ambos. Nélida Domínguez tiene siete nietos y siete biznietos de las familias que formaron ambos hijos.
Rubén Evangelista: ¿Hay antecedentes de cantantes o músicos en tu familia?
Nélida E. Domínguez: De músicos profesionales no, pero mi papá, en el campo, era quien tocaba la guitarra y cantaba milongas y estilos, que es lo que se interpretaba en esa época. Y mis tíos, los hermanos de papá, ninguno tocaba la guitarra. Ahora, de los hermanos de mi mamá, los Alvando, había uno que tocaba la guitarra y cantaba, era el papá de uno de los que ahora cantan folklore aquí, que quizás has escuchado alguna vez. Es primo hermano mío, pero no me acuerdo el nombre porque es una familia muy grande, de muchos hermanos y primos…
RE: ¿Tus hermanos y hermanas hacen música? ¿Cuántos son?
NED: Éramos cuatro, quedamos dos: mi hermana mayor falleció, el varón también; él cantaba, y cuando éramos jovencitos tenía un conjunto que había armado con un chico de apellido Ramírez…
A Anguil y Santa Rosa, para empezar la primaria
RE: ¿En qué momento tu familia se viene a Santa Rosa?
NED: Nos vinimos cuando mi hermana y yo teníamos la edad para empezar la escuela primaria. El primer año lo hicimos en Anguil, porque teníamos familia ahí: abuela, tíos, y nos quedamos a vivir con ellos; y papá siguió en el campo.
RE: ¿Sería el año 1946, ‘47…?
NED: Sí, por ahí, sí. Las dos hicimos juntas en Anguil el primer año escolar. En el campo, mamá nos había enseñado a leer y escribir y sabíamos las tablas de multiplicar, todo aprendido con mamá; teníamos edad, pero allá no teníamos cómo ir a la escuela. Bueno, cuando llegamos a Anguil nos pusieron en segundo grado a las dos por lo que ya sabíamos; pero a mí me costó muchísimo, porque sabíamos eso, lo esencial, pero nos faltaban miles de cosas de la escuela. Y eso fue un error, ya que por el hecho de que sabíamos leer nos quedábamos sin aprender muchas otras cosas que los demás ya sabían en los distintos grados. Estuvimos un año en Anguil y después terminamos los estudios aquí en Santa Rosa en la Escuela Nº 4; “toda la familia” fuimos a la Escuela Nº 4. Fuimos a vivir a la casa de mi hermana, en la calle Estrada esquina Misiones, a dos cuadras antes de calle Paraguay.
Nace una cantante
RE: Cuando vivías en el campo ¿ya cantabas?
NED: No, nunca, era muy chica. Yo empecé cantando en casa, acá en la calle Estrada, y el que realmente me “descubrió” fue Rinaldo –o bien Reynaldo– Alejo Santa Juliana (“Sapo”), que vivía también sobre Estrada pero más adelante, de la casa nuestra para el lado del cementerio, casi en la última cuadra. Ahí vivía con toda su familia, y tenía unos cuantos chiquitos en esa época. Y él me escuchaba; iba para el boliche y volvía, y al pasar me escuchaba cantar, y un día se llegó a mi casa y le dijo a mi papá si me dejaba cantar con él. Mi mamá ya no vivía, falleció muy joven ya estando acá en Santa Rosa… éramos muy chicos todavía.
RE: ¿Qué edad tenías cuando él observa que cantabas bien, eras adolescente?
NED: Claro, tendría 14, 15 años, más no.
RE: Por eso fue a hablar con tu padre.
NED: Claro; papá le dijo que sí, así que ensayábamos en la casa de él, en la cocina, donde estaban todos los chicos, la señora, y ahí cantaba yo; empezamos ensayando unas zambas y otras cosas…
La "maravilla" de la radio en casa
RE: ¿Te acordás qué fue lo primero que cantaste y de dónde tomabas el repertorio?
NED: Cantaba lo que escuchaba en la radio. ¡Me acuerdo que el día que papá pudo comprar una radio, fue algo maravilloso! No me acuerdo de lo primero que canté. Ensayamos algo, y se anunció una fiesta de un familiar de ellos, los Santa Juliana, un cumpleaños, entonces él me sacó permiso (sic) y como iba con toda la familia, mi papá me dejó ir.
Aparece en escena Mendía
NED: Y ahí lo conocí a Enrique Fernández Mendía, estaba en ese cumpleaños, y me escuchó cantar. Él me dio la dirección y me dijo: “si querés cantar andá a mi casa que yo te voy a enseñar”, y así empecé.
RE: ¿Tomaste contacto pronto con él?
NED: Con Enrique sí, cuando me dio la dirección, al poquito tiempo fui a la casa y empezamos los ensayos, ahí en la calle 25 de Mayo. Los primeros títulos no los conocía ni los había escuchado nombrar, ¡no sabía nada!
RE: Pero obviamente eran obras folklóricas, que es lo que cantaste siempre…
NED: Siempre, sí (…). Como dije antes, papá cantaba milongas, estilos y esas cosas, aunque nunca aprendí nada de lo que cantaba él, a pesar de que a mí siempre me gustó todo el folklore, siempre, sí.
RE: Si sos del ’42, sería en el ’58 cuando comenzaste a cantar con Mendía mientras él iba armando el nuevo grupo “Cochicó”…
NED: Sí, más o menos entre el ’57 y el ‘58, yo tendría 15 o 16 años cuando empecé con Enrique… No me acuerdo la fecha en que empezamos a ir a Radio Nacional, que fue lo primero que hicimos; íbamos a grabar los programas a la radio “allá afuera”, es decir al estudio que estaba en la propia planta transmisora, alejado de la ciudad, sobre la calle Palacios. En 1960 Mendía tenía todavía el conjunto “Médanos y Luna” y creó “Cochicó”, otro conjunto al que le puso mi nombre –“Nélida Esther Domínguez y su conjunto Cochicó”–, porque no podía tener dos conjuntos a su nombre –creo que fue así–. En “Médanos y Luna” estaba Hilda Mugabure como cantante.
RE: Los dos conjuntos estuvieron activos cierto tiempo simultáneamente…
NED: Sí, pero fue muy poco tiempo; yo me acuerdo que un día Hilda Mugabure fue a la sala donde estábamos ensayando y cantamos una zamba juntas; Enrique nos hizo cantar, creo, la zamba “Achalay mi Mama”, del cantor y compositor bonaerense Ángel Linares (1929-2005). Después “Médanos y Luna” se disolvió y seguimos nosotros con “Cochicó”. Recuerdo que mucha gente creía que yo era de Victorica, por el nombre “Cochicó”… (NOTA: En Victorica hay un monumento en la plaza principal, en homenaje a soldados abatidos por indígenas en la batalla de Cochicó, en el siglo XIX.)
RE: Los músicos que te acompañaban en “Cochicó” ¿eran los mismos de “Médanos y Luna”?
NED: Estaba “Médanos y Luna”, que tenía sus músicos, y “Cochicó”, que tenía los suyos. A mí me acompañaban José María Acuña, Orestes Braile y Fernández Mendía, y estuvo un tiempo Massara, un chico que tocaba la quena y el bombo; después estuvo Tito Rodríguez, que hacía la percusión. Al grupo lo fue armando Enrique, y ensayábamos ahí en la casa de él.
Repertorio y "Zamba del río robado"
RE: ¿Al repertorio, lo elegías vos?
NED: Por lo general lo elegía Enrique. Él decía: vamos a “hacer” (interpretar) esto, buscaba la tonalidad para mí, y lo probábamos. Tengo un cuaderno que me lo hizo hacer José Acuña en la imprenta de la cárcel, en la que trabajaba, y adonde íbamos con el conjunto todos los años para Nochebuena o Navidad a cantar para los presos. En ese cuaderno iba copiando todo el repertorio que yo cantaba, y que iba reuniendo con el correr de los años. Anotaba el título, el ritmo, la tonalidad para cada caso, y los nombres de autores y compositores de cada una; ¡había zambas viejísimas que ya no las canta nadie! Mendía tenía todas las partituras de lo que yo cantaba.
En su rol de cancionista en el conjunto “Cochicó”, Nélida abordaba un amplio repertorio folklórico de todas las regiones del país, constituido por unas 110 obras de diversos autores y compositores. Fue la primera mujer en cantar, a partir de 1960, obras de autores pampeanos, entre las que se contaban, con poemas de Juan Carlos Bustriazo Ortiz y músicas de Fernández Mendía: “Lululén” (Motivo de La Pampa) y “Milonga del silencio” (Milonga); “A mi pueblo La Paz” (Zamba), letra: Alfredo y/o Domingo Safadi y música: E. Fernández Mendía; “El carrero” (Triste pampeano), letra: Julio Nery Rubio y música: E. Fernández Mendía; “Zamba de Cochicó” (Zamba), letra: Bienvenida Latanzi Urrutia de Leiva y música: Bartolomé Patricio Díaz; “Zamba del río robado” (Zamba), letra: Manuel José Castilla y música: E. Fernández Mendía y/o Guillermo J. Mareque, y “Rumor de pampa” (Estilo pampeano), letra: Eduardo María Díaz Blasco y música: Carlos Pérez de la Riestra (Charlo);
A nuestra artista se la escuchaba regularmente en los ciclos de voces pampeanas por Radio Nacional Santa Rosa. Fue la primera vocalista en cantar la "Zamba del Río Robado", obra emblemática del Cancionero Folklórico Pampeano que ella estrenó en el año 1960, recién concebida por el poeta salteño Manuel José Castilla en ocasión de visitar La Pampa en el año 1959, y musicalizada por el pianista Fernández Mendía, si bien hay otra versión musical, creada con anterioridad, del guitarrista Guillermo Mareque. En los primeros años en su rol de cancionista de “Cochicó”, y antes de que estuvieran los chicos –sus dos hijos varones antes mencionados cuando eran pequeños– actuó en diversos lugares de la provincia, como la sede del Club Penales de la calle Gil, en Santa Rosa; en el Club All Boys, para el Día de la Policía; en Rolón para un aniversario del pueblo; en la localidad de Victorica; en el Teatro Español de la ciudad capital, y otros escenarios.
Ni para zapatillas
RE: ¿Recibiste clases de canto en aquel entonces? ¿Te habían enseñado la técnica de cantar?
NED: No, la técnica de cantar no. Enrique Mendía me decía hacé así, respirá así, acordate que tenés que hacer así, pero nada más.
RE: ¿Nunca te sugirió que fueras a verlo al profesor César Rodríguez, que enseñaba canto?
NED: ¡No… no tenía ni para las zapatillas, en ese momento no! ¡Eran tiempos muy difíciles! (…) Mendía sabía que lo mío no era factible, porque además yo era de condición tan humilde que no iba a poder pagar un profesor… Yo terminé sexto grado y me fui a trabajar a casas de familia; no pudimos seguir estudiando. Mi mamá estaba enferma, falleció en ese momento.
RE: ¿Cuánto tiempo trabajaste en casas de familia?
NED: Hasta que me casé. No la pasamos bien. Después, cuando los chicos fueron grandecitos, logramos comprar este terreno (el de su vivienda) y el de al lado, y empezamos a hacernos la casa, después, de a poquito la fuimos completando, porque ¡la casa no se termina nunca!
Al llegar los hijos
RE: Con la llegada de los hijos, imagino que para vos comenzaron los inconvenientes para movilizarte a los ensayos y actuaciones del conjunto…
NED: Los chicos nacieron uno en el ‘61 y otro en el ‘62; iban a la primaria, 1º y 2º grados, y yo iba a buscarlos a la escuela y me los llevaba al ensayo. El más chico, Omar Horacio –Koky –, que iba a ser músico y cantante de grande –no de folklore–, se sabía mi repertorio de “pe” a “pa”. Bueno, fue bastante el tiempo que yo venía haciendo eso, y ensayaba sólo para ir a la radio (LRA 3), porque con los dos chicos yo ya no me presentaba en ningún lugar con el conjunto “Cochicó”; si había que viajar no había lugar suficiente en el vehículo, porque Cultura de la Provincia nos daba esas camionetas doble cabina con espacio limitado, y yo si no iba con los chicos no podía ir, y no tenía dónde dejarlos. Así que íbamos nada más que a la radio… Yo ya lo tomaba como una cosa difícil de solucionar… y me iba resignando.
RE: Estás hablando del año 1967, ’68…
NED: Sí, los chicos tenían entre siete y ocho años, estaban en los primeros grados.Yo iba a ensayar y ellos estaban ahí sentaditos los dos hasta que terminaba de ensayar y nos íbamos a casa, y bueno, me daba mucha pena porque los sacaba de la escuela, no tomaban la leche y estaban ahí como esclavizados…
RE: Era un sacrificio para ellos…
NED: Para ellos sí. Entonces dije bueno, hasta aquí llegué. Porque donde iba tenía que ir con ellos, y había cosas que no eran para ellos o estar una noche en una peña dos chicos de 8 o 10 años: ¡¡No!!. Si yo iba a la peña, tenía que ir con ellos, si no, no podía ir; mi marido no me proponía o sugería cómo resolver esa situación, sinceramente ocurría eso… A mí no se me impidió cantar, pero tenía esas trabas y no podía… Ahora las mujeres son más liberales y no tienen problemas; pero yo en ese tiempo ¡¿salir sola, una señora casada?! ¡¿qué va a decir la gente?!
RE: ¿Ese prejuicio molestaba?
NED: A mí me molestaba… ¡No soy sola, si yo soy casada, tengo dos hijos…! Hasta que un día dije ¡No, hasta aquí llegué! Me costó mucho… pero bueno, ¡los hijos están primero! ¡Yo a los 19 años ya tenía los dos chicos, entonces ya (debía) hacerme cargo de la familia!
RE: ¿Cuánto tiempo duró el conjunto “Cochicó”?
NED: Duró el tiempo que yo canté, porque cuando yo dejé de cantar, ¡se terminó el conjunto! Me acuerdo de que iba a inaugurarse LU33 Emisora Pampeana cuando dejé de cantar (1969/1970).
RE: Esa fue una confirmación de que el grupo era realmente tuyo… había sido armado para vos por Mendía.
NED: ¡Era mío, sí! Mendía nunca me hizo un comentario de nada cuando yo dejé de cantar, ni siquiera me dijo Nélida, por qué, o qué pasó; ¡no, nunca me hizo problema! Pero él se daba cuenta. Yo en una oportunidad le dije: los chicos no pueden seguir haciendo este tipo de vida porque no es justo; más allá que a mí me guste cantar...
RE: Y él lo comprendió a eso…
NED: Sí, lo tomó como era, así. Si hubiera sido por el no acompañamiento de mi marido solamente, hubiera seguido, pero nadie me dijo “dejá” , sino que yo lo hice y ni lo consulté… Un día (me) dije: ¡NO!, esto así ya no va más, ¡ya está!
Volver al canto y grabar con su hijo Koky
Tres décadas después de abandonar el conjunto “Cochicó”, alentada por una vecina amiga, en el año 2000 Nélida empezó a cantar de nuevo y lo hizo en el Coro “Ayuntún”, de Santa Rosa, que dirigía el profesor Mario Figueroa. Ahora continúa desarrollando la actividad del canto colectivo, que en 2023 la encuentra integrada a una nueva agrupación vocal conducida también por el mismo director, su más reciente formación llamada “Coral de Otoño”.
La última actividad artística individual realizada por Nélida se concretó en diciembre de 2020 —tiempo de pandemia—, en que, invitada a participar en la grabación en un disco de su hijo Koky Rincón, hizo el registro de su voz para la obra de éste “Corazón de Trigo” , que describió así su canción: “(…) La compuse para mi abuelo Reinaldo Domínguez y mi papá Abel Omar ‘Pluma’ Rincón (QEPD); empezó hace unos 20 años. Es una de las dos colaboraciones del disco, en la que mi mamá, Nélida Esther Domínguez, ¡se roba la canción! En esta obra mi abuelo viaja al galope en el ‘Solito’, desde Ta-Huillco hasta el ‘Boliche la Araña’… Al atardecer mamá lo escucha, regresando… a la distancia sabe que está llegando. Mi tía ‘Chichi’ contó varias historias, entre otras la del ‘Solito’ saltando el alambrado… Después viajarían en sulky desde Ta-Huilco a Santa Rosa. Aparecemos el resto y en la película están mi hermano Carlos Abel y el ‘Gato’ Haymal… Nos vamos en la F100 con Papá hasta el campo de los ‘Gordos’ González en Ataliva Roca: ‘Corazón de Trigo’!!”
Escuchar "Corazón de trigo"
La obra está incluida en el álbum “Demos”, de febrero de 2021, que contiene 14 obras más y está subido a la página de Spotify del cantautor.
Merecen reconocimiento
Hilda E. Mugabure y Nélida E. Domínguez nos señalaron, junto a sus pares artistas de la música y la poesía pampeanas Enrique E. F. Mendía, Guillermo J. Mareque, Alfredo Finocchi, Humberto J. Urquiza, Juan C. Bustriazo Ortiz, Edgar Morisoli, Ana M. Lassalle y Julio Domínguez entre otros, el momento y circunstancia en que fue colocado simbólica e implícitamente el trascendente mojón de partida de la historia de nuestro cancionero folklórico, con cuyo desarrollo y consolidación, ellas, las cantantes, contribuyeron a sostener con generosidad, permanencia y sacrificio, durante gran parte de sus vidas y hasta el presente. Ese sacrificio, expresado desde el inicio de sus itinerarios artísticos, lo padecieron en sus vidas personales, en tanto ambas pertenecieron a sendas familias de condición humilde y con privaciones diversas. En su niñez, adolescencia y primera juventud experimentaron vívidamente la pobreza en sus hogares.
También su esfuerzo implicó, inexplicablemente, que a lo largo de todo su camino artístico, ninguna de ellas percibiera retribución pecuniaria alguna por su labor de cancionista/cantante, en los respectivos conjuntos folklóricos en los que se desempeñaron: “Médanos y Luna” y “Cochicó”.
En este año 2023 las dos transitan empeñosamente los ochenta años de edad y continúan desarrollando habitualmente la misión del canto popular destinado a los públicos más variados. La actitud frente a la vida y al arte que practicaron durante tanto tiempo Hilda Mugabure y Nélida Domínguez, invita a reflexionar que debemos apuntalar nuestra historia cultural regional y sus protagonistas, valorándola, exaltando y exhibiéndola públicamente ante la comunidad, para que todas las personas la reconozcan, se apropien de ella y la perciban como un bien común que pertenece a todas y todos, y por la cual, de hecho, puedan sentir legítimo orgullo.
* por Rubén R. L. Evangelista, investigador regional e historiador de la música pampeana.