La provincialización de La Pampa en 1951 abrió la posibilidad a todos los pobladores de elegir a sus gobernantes y sus representantes ante la Nación. En el medio siglo precedente la única alternativa de participación fue limitada y restringida para los territorianos: sólo se podía votar a nivel comunal y no siempre con una representación o legitimidad del todo clara. Sin embargo, todo un universo de entramados públicos y privados daban densidad a una dinámica vida política lugareña.
Publicada en diciembre de 2001
La ley Sáenz Peña de 1912 abrió el juego electoral a los partidos modernos con el voto obligatorio, secreto y universal. En las contiendas pueblerinas se sucedieron conservadores, radicales o socialistas.
La década del '20 fue una de las más activas con una importante participación y competencia electoral y gradualmente se fue constituyendo una ciudadanía política más amplia. Muchas de las formas de hacer política, reflejos de las nacionales pero con marco propio, quedaron impresos con el uso de viejas y arraigadas prácticas en las costumbres partidarias y manejos estatales.
Un componente de la forma en que se ejerció ese poder local fue la utilización del aparato municipal al servicio partidario para crear una red clientelística propia con el fin de ganar elecciones y mantener el control de la esfera estatal.
En esta década los radicales basaron su predominio y ascendente en la población pampeana tanto por su organización partidaria nacional y territoriana como por el uso del aparato comunal.
Con el respaldo y las prebendas que posibilitaba el control del municipio, los grupos radicales -y algunos conservadores- ampliaron su capacidad de maniobra y mantuvieron un capital político propio, como sucedió en Santa Rosa.
Gastos crecientes
La puja por los recursos gubernamentales fue una constante para mantener el poder, por lo que la devolución de favores, el "amiguismo" y el apoyo de los punteros para ganar elecciones fue un hábito en las comunas.
Se estructuraron los aparatos locales unidos a los partidarios y este control del poder facilitó una mayor captación del electorado. El clientelismo se arraigó en el municipio. El creciente gasto público de las gestiones radicales fue el pilar del sistema de patronazgo a nivel nacional con efecto cascada en los municipios. No fue ajeno que las administraciones locales del radicalismo sufrieran siempre de un fuerte déficit en las arcas municipales, amén de lo exiguo de sus ingresos públicos o la falta de un aparato fiscal eficiente.
La distribución de empleos públicos era la principal herramienta de los caudillos locales para saldar sus deudas políticas y montar la máquina en su apoyo.
Se establecieron dentro de las municipalidades redes clientelares que participaban activamente de la máquina electoral como en 1920 en la capital territoriana, cuando "llamó la atención la descarada propaganda radical que hacían los empleados municipales".
La prensa local, como La Autonomía, exigió la separación entre comité y municipio ante lo pernicioso de este sistema que confundía la relación partido-gobierno para el bien público y las finanzas comunales[1].
Cargas públicas
El reparto de cargos públicos beneficiaba a los mismos caudillos o punteros y dirigentes locales del radicalismo. Algunos revistaron como médicos municipales tal el caso de Mariano Pascual en Santa Rosa.
Los partidarios estaban enlazados en todos los niveles de la estructura burocrática comunal. Durante la campaña proselitista de 1925 se informó que "asistieron los empleados y peones municipales capitaneados por sus capataces y encabezados por el intendente (Ambrosio) Sansinanea que personalmente invitó a sus subalternos a asistir a la cita"[2].
El gasto público se utilizó en la mayoría de los casos como forma de crear puestos de trabajo para la clientela oficial. Las obras públicas permitieron ampliar con dineros comunales los puestos de peones que apoyaban al partido. Los arreglos de calles de tierra antes de los comicios fueron el caso más típico para pagar a los partidarios y "pasadas las elecciones, el arreglo de calle se prosigue recién en vísperas de otras elecciones"[3].
En Santa Rosa se dio el caso de que "las obras de las aguas corrientes y del edificio del Banco Hipotecario han sido admirablemente explotadas por la politiquería radical. Desde la municipalidad local se recomienda con tarjetas a los obreros que buscan trabajo, seleccionándose a los recomendados que son siempre adictos o sumisos a la causa radical"[4].
Los dineros públicos contribuían a mantener esa estructura partidaria vinculada al municipio: "es necesario que se diga por qué razón no cobran los humildes y mal remunerados peones de la municipalidad, y por qué en cambio cobran puntualmente los numerosos inspectores de que está plagada la municipalidad, quienes oficiando de caudillos radicales han convertido la casa del pueblo en un comité politiquero"[5].
Rotaciones y aumentos
En los cargos municipales la dominante fue la rotación rápida de un cargo a otro y las cesantías cuando una fracción política de la facción gobernante se imponía. Los reemplazos de empleados fueron parte de la política de un partido radical con fuertes disidencias internas.
El aumento de los sueldos no estuvo ajeno a las maniobras para mantener adhesiones. Uno de estos casos se produjo en 1922 cuando la comuna santarroseña aumentó impuestos y contribuciones, y los sueldos a los empleados: "a los peones municipales se les pagará con un aumento de 20 $ m/n., 100 $ m/n. mensuales. El secretario con un aumento de 100 cobrará ahora 400. El encargado de recaudación tiene un aumento de 70 $ m/n. y recibirá 220 mensuales"[6].
Esto llevó en la mayoría de los municipios al desequilibrio económico y el endeudamiento, con déficit en muchos casos constante.
En estas prácticas, la función pública y la privada se confundían. Los intereses económicos estaban vinculados con el poder comunal y por ello era muchas veces imposible promulgar una ordenanza contra ciertos grupos económicos.
Cargos para todos
Esto se completaba con los cargos nacionales: la policía, principalmente, la Oficina de Correos y Telégrafos, la Defensa Agrícola con sus "langosteros", los maestros, el Consejo Nacional de Educación, la Asistencia Pública, los colectores de rentas y las salas de primeros auxilios tuvieron los mayores porcentajes de adictos al partido y fueron claves para la colocación de sus clientelas, ya que eran las reparticiones estatales que tenían personal distribuido por todo el país. Otras fueron los ferrocarriles, la asistencia pública, hospitales y el Banco Nación.
El aparato descripto junto a los punteros eran quienes ponían la máquina electoral a punto para el día de la votación para que el "ejército de votantes" impusiera nuevamente sus candidatos en las urnas.
* Norberto G. Asquini es periodista e historiador.
[1] La Autonomía, 31 de agosto de 1923, p.1, c.2.
[2] Germinal, 25 de enero de 1925, p.2, c.4.
[3] Germinal, 31 de marzo de 1921, p.1, c.4.
[4] Germinal, 15 de julio de 1924, p.1, c. 5.
[5] Germinal, 29 de septiembre de 1921, p.1, c.5.
[6] Germinal, 30 de marzo de 1922, p.1, c. 3.