El 6 de julio de 1930, un grupo de cuatro vecinos santarroseños empieza a darle forma al sueño de una usina popular, que pusiera fin al monopolio abusivo de la Compañía Sudamericana (SUDAM), encargada de la generación y distribución de energía eléctrica en la pequeña ciudad capital del Territorio.
Esos cuatro vecinos eran Octavio Gazia, Marcos Molas, José Fiscella y Juan Palasciano. Y firmaban ese día el Acta Fundacional de lo que hoy es la Cooperativa Popular de Electricidad.
No estaban solos. Para llegar a esa reunión, fueron necesarias otras, nacidas en la necesidad de solucionar un tema acuciante para comerciantes y vecinos. El suministro de la energía eléctrica estaba en manos de una empresa estadounidense cuyo directorio operaba desde en Buenos Aires representado aquí por el “mister” Alan Campbell Towers. La Sudam imponía a los usuarios una tarifa abusiva equivalente a diez veces su valor real.
El descontento crecía, y las manifestaciones públicas de la década del 20 fueron aumentando hasta que germinó un movimiento social que poco a poco fue sumando adherentes, convocados por la necesidad de bajar las tarifas pero, sobre todo, con el ímpetu de empezar a decidir soberanamente los destinos de la ciudad que habitaban. Cuatro hombres se confirman como el emergente de este cuadro de situación: Marcos Molas, Juan Palasciano, Octavio Gazia y José Fiscella, entre otros vecinos y dirigentes que fueron fundamentales en el proceso previo a la generación de energía.
Marcos Molas era un abogado de origen catamarqueño, llegó a Santa Rosa en 1904 e instaló su buffet al tiempo que fundó el diario La Autonomía. Desde sus páginas, promovió la creación de una usina popular y criticó –también en actos públicos- las ganancias excesivas de la SUDAM. Con el tiempo, sería el primer presidente del directorio de la CPE.
Juan Palasciano y José Fiscella, eran comerciantes de la ciudad, en una época en que ser comerciante era también ocupar un lugar importante en la consideración vecinal. Y desde ese lugar se manifestaban preocupados por el costo y calidad del servicio, a la vez que representaban el malestar de colegas y clientes.
Octavio Gazia había sido uno de los primeros interesados en promover la idea de una usina propia para Santa Rosa. Como encargado de temas administrativos en el Molino Pampa, propiedad de Juan Ceferino Bancalari y Alfredo Forchieri, estaba al tanto de la problemática energética en la ciudad.
Fue en casa de Marcos Molas donde se firma el Acta que formaliza la creación de una cooperativa, que en la realidad, fuera de los papeles, poca estructura tenía para luchar contra un monopolio. Sin embargo contaba con el apoyo de la sociedad y el visto bueno de las autoridades locales.
El 15 de julio, vuelven a reunirse en el domicilio de Marcos Molas para considerar y aprobar una propuesta de Gazia tendiente a lanzar un boleto de compromiso "Pro usina de Santa Rosa", en que los vecinos manifestaran su intención de ser consumidores de "la compañía que se formará con vecinos de Santa Rosa, Pampa Central, una vez constituida ésta siempre que el precio del kilovatio no exceda a 30 centavos moneda nacional".
Casi un año después de la firma del Acta, el 31 de marzo de 1931 se ponen a consideración de una gran asamblea pública los estatutos fundacionales de la flamante entidad.
Se iniciaba un camino que tenía como destino el 30 de setiembre de 1935, fecha en que caducaba la concesión del abastecimiento eléctrico en manos de la SUDAM. Los cooperativistas tuvieron que obtener la concesión del alumbrado público y privado, y a la vez proveerse de los generadores que le debían permitir el inicio, el 1º de octubre, de lo que la memoria colectiva preservaría como “la gesta de las trilladoras”.
Fuente consultada: Archivo Histórico de la CPE