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TESTIMONIO

El viaje a Darwin dura alrededor de una hora y media en ómnibus, por cuidado camino de tierra, pero en total soledad, con sólo campo y cerros a nuestro alrededor. Durante el trayecto pudimos observar lo que nos habían anticipado en el aeropuerto: los campos cercados con alambre y marcados con abundantes cartelitos de chapa roja con una calavera impresa en blanco advirtiendo la presencia de minas.

Publicada en julio de 2000

Darwin

Se calcula que existen aproximadamente 30 mil de esos explosivos, pero si bien no hay accidentes porque las zonas están perfectamente mapeadas, constituyen un motivo de queja por parte de los isleños.

El suelo y el clima tienen mucho que ver con la Patagonia; es igualmente desértico y los pocos árboles que se ven están inclinados por efecto del viento. Es muy común ver pequeños invernaderos en las casas de familia, donde cultivan flores y algunos vegetales.

El Cementerio Argentino tiene las mismas características de los otros que vimos en las Islas. El sector está delimitado por una cerca de madera pintada de blanco, y todas las tumbas están cubiertas por canto rodado. Hay allí 236 cruces, de las cuales 123 están aún sin identificar, que recuerdan a los 648 argentinos muertos en la guerra. Es todo lo que hay en los alrededores: cerros, campos y nuestros héroes. En la cabecera del cementerio hay una cruz mayor, donde se han depositado las placas de homenaje (que los isleños retiran si los textos no son de su agrado), flores y rosarios, destinados a quienes no tienen identificada su tumba.

Asistimos allí a la primera Misa de todo el viaje, que sumó a la intensa emoción del momento, las sentidas palabras del sacerdote que nos acompañó durante todo el itinerario y un muy fuerte viento frío, que trajo gruesas nubes que taparon el sol y convirtieron la jornada en desapacible, a tono con nuestro dolor. La anécdota del día fue que el Altar lo improvisamos con las cajas donde habíamos llevado las flores; el mantel con que las cubrimos hubo que atarlo para después ponerle piedras para que no se volara y el Cáliz lo sostuvo toda la Misa una de las mujeres presentes y fue una lucha comulgar, con el Cáliz siempre tapado para que el viento no se llevara las Hostias consagradas. ¡Toda una experiencia en misa de campaña!

Recorrimos varias trincheras, armadas en la piedra del monte, que permanecen intactas y en las que se pueden ver todavía, palas, garrafas, y envases varios, avejentados por supuesto, por la intemperie y el paso del tiempo.

A siete kilómetros del cementerio se encuentra la única hostería del lugar, cuyos dueños, juntamente con otra familia vecina constituyen toda la población de Darwin. Para entrar hay que dejar los zapatos en un hall preparado al efecto. El hecho de que las viviendas estén implantadas en pleno campo y los animales pasen por los mimos lugares que los humanos, hace que el pasto esté en alguna medida sucio y sacarse los zapatos (generalmente del tipo botas, borcegos o zapatillas) es una manera de proteger y mantener limpio el alfombrado de toda la casa.

La hostería está sobre un brazo de mar y desde allí en un bote a motor, tres muchachos integrantes del contingente fueron hasta mar abierto para tirar dos botellas con una poesía hecha por una cordobesa en homenaje a un soldado muerto en Malvinas. Como adicional, tuvieron la alegría de encontrar delfines que los acompañaron todo el trayecto, junto al bote.

En varios lugares de la costa se pueden ver pingüinos de distintas especies y visitamos Gypsy Cove, que es una playa totalmente minada, a algunos kilómetros de Puerto Argentino y a la que no se puede acceder. Los pingüinos, por su escaso peso, no activan las minas y han hecho allí sus nidos. En este lugar, como en muchos otros, la arena es muy blanca y el mar verde, lo que recuerda a las playas caribeñas... si no se tiene en cuenta la temperatura del agua.

200007 2 Malvinas las islas hoy

En el mismo camino y en las cercanías del aeropuerto de Puerto Argentino, actualmente sólo en uso para los vuelos de cabotaje, encontramos un poste de alrededor de 8 metros de altura donde los visitantes han amarrado indicadores de su lugar de origen y la distancia a las islas, y se pueden ver carteles de Australia, Nueva Zelanda, de varios lugares de Estados Unidos, de Inglaterra y uno, muy en lo alto, de Buenos Aires. Nosotros escribimos con marcador, en los lugares en blanco de los carteles, nuestros respectivos orígenes, ya que había varias provincias representadas.

La guerra

En Puerto Argentino, recorrimos los lugares de emplazamiento de nuestros soldados y fuimos al Museo, donde además de las salas en las que se comenta la historia de las Islas (sólo desde el punto de vista de los isleños), hay una sala argentina de la guerra, donde hay armas, fotos, cartas, envases de alimentos, y tras un vidrio, la representación de una trinchera con elementos que rescataron. Todo es muy fuerte y difícil de ver, porque si bien no hay ninguna agresión explícita, la omisión de datos sobre la participación argentina en el desarrollo de las Islas y en las explicaciones sobre la guerra, deja en claro cuál es el espíritu de los isleños.

Nos trasladamos a la zona de los montes Tumbledown, Longdon y Dos Hermanas, escenario de varias batallas, y un grupo mayoritario ascendió al monte Longdon (aproximadamente 700 metros), donde los soldados argentinos tenían una posición óptima, que les permitía ver todos los alrededores, y desde donde fueron desalojados por paracaidistas. Recorrimos varias trincheras, armadas en la piedra del monte, que permanecen intactas y en las que se pueden ver todavía, palas, garrafas, y envases varios, avejentados por supuesto, por la intemperie y el paso del tiempo. En ambas Islas se pueden encontrar, hoy, restos oxidados de piezas de artillería, cañones y trincheras. Cuatro integrantes del contingente, siguieron hasta el monte Dos Hermanas, en procura de individualizar el lugar donde fueron enterrados los restos de sus familiares antes de ser llevados al Cementerio de Darwin.

Caminamos también por Pradera del Ganso, cercana a Darwin, lugar donde se peleó encarnizadamente y aún permanecen visibles las huellas en la tierra de morteros y trincheras a nivel. Recorrimos también, en la población, los galpones de esquila donde fueron mantenidos prisioneros nuestros soldados.

Particularmente, a mí me interesaba llegar hasta la Isla Borbón, (Pebble para los isleños), donde están los restos de mi hermano, y que está ubicada al norte de la Gran Malvina, y después de algunas investigaciones logré tomar un pequeño avión de ocho plazas que es el que realiza el viaje entre las islas y las estancias, llevando correo, comestibles y personas, y que constituye el único medio de contacto para estos pobladores, con el grueso de la población que se encuentra en Puerto Argentino. El viaje hasta la Isla Borbón desde Darwin donde salí, fue de veinte minutos. Me recibió el dueño de la Hostería que junto con su familia, son las únicas personas que viven en el lugar. Desde allí, en una camioneta 4 x 4 cruzamos la isla, atravesando campo y cerros e incluso una playa llena de pingüinos, para llegar después de una hora de un viaje muy lento, al lugar donde impactó el avión y en el que se ha levantado un pequeño monumento recordando a los cinco tripulantes del Lear Jet. Si en Darwin la sensación de soledad es muy fuerte, aquí es mayor aún, porque en la Isla sólo viven seis personas y estas tumbas al estar tan alejadas y ser esporádicamente visitadas, no son cuidadas como las del Cementerio.

La vuelta

El sábado dejamos las Islas, con la tristeza de que allí quedaban nuestros familiares, con el orgullo de que ellos dieron su vida por una parte de nuestra Patria, con el compromiso de luchar por la recuperación de lo que nos pertenece y por mantener viva la memoria de estos hechos y con el convencimiento que no solamente son necesarias acciones diplomáticas para recuperar la islas perdidas, sino el diseño de estrategias que permitan que sean realmente argentinas y habitadas por muchos más argentinos que descendientes de ingleses, para que no se vuelvan a perder.

* María Isabel de la Colina de Muñoz es hermana del Vicecomodoro Rodolfo Manuel de la Colina, aviador caído en Malvinas.

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Nota 1 | Historia Argentina | Sociedad