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HISTORIA

Las fuentes escritas durante el siglo XIX por militares, viajeros, cautivos[1] sobre las sociedades indígenas de la región pampeana y nordpatagónica han privilegiado la descripción de los guerreros -varones adultos en condiciones de tomar las armas- y han minimizado el rol de la chusma -todos aquellos individuos desarmados y sin poder: principalmente mujeres, niños y viejos-. Esta actitud no ha sido casual en un período de alta conflictividad inter-étnica -enfrentamiento entre indígenas y blancos- donde el objetivo perseguido por la sociedad blanca fue la eliminación de aquellos que consideraban "salvajes" y que representaban un obstáculo al "progreso" de las Provincias Unidas del Río de La Plata. La política oficial apuntó entonces a mermar la base población de los grupos indígenas matando a los guerreros en los enfrentamientos, pero también buscó paralelamente disminuir esta densidad demográfica eliminando físicamente niños, jóvenes y mujeres en edad de procrear o también tomando niños/as y jóvenes para entregarlos como sirvientes a funcionarios y oficiales que actuaban en la frontera.

Publicada en agosto de 2000

En la investigación que llevamos a cabo intentamos superar esta escasa mención que se realiza sobre los individuos desarmados para tratar de describir y explicar las etapas vitales y los mecanismos de endoculturación y enculturación[2] de niños y jóvenes de ambos sexos y ver cuáles han sido los papeles socio-económicos que tuvieron en un marco de fricción[3] inter-étnica.

El proceso de socialización

Toda sociedad establece pautas, normas, prácticas, creencias, que impone a las generaciones venideras para asegura la reproducción bio-social y la permanencia de su grupo. La asignación de roles diferenciados y complementarios para ambos sexos asegura el lugar que cada individuo debe ocupar dentro del grupo y el funcionamiento organizativo del mismo.

En el caso de estas sociedades indígenas un individuo pasaba por dos etapas vitales antes de acceder a la adultez. Las hemos denominado adscriptiva y de adiestramiento.

Etapa de adscripción

La primera de ambas es breve y se desarrolla entre el nacimiento y la imposición del nombre o güi al nuevo miembro del grupo. La madre durante su embarazo no interrumpía las tareas que realizaba hasta el momento mismo del parto, que se producía generalmente en soledad y según los observadores blancos con gran facilidad[4]; tomándose luego uno o dos días después de los cuales volvía a sus tareas cotidianas. Producido el alumbramiento los genitores realizaban una inspección del recién nacido para constatar que no existieran indicadores de anormalidad que le impidieran el recién nacido hacer frente a su vida de una manera adecuada; si la deformación era severa se recurría al infanticidio.

Cumplido este paso madre e hijo se bañaban en las aguas frías de un río o laguna; esta práctica tenía por objetivo inducir la respiración del neonato al tiempo que revestía un valor simbólico asociado a un permanente renacer[5]. Luego se lo abrigaba, se lo colocaba en la dicha -una cuna portátil- y se lo alimentaba, pasaba entonces a la condición de ser humano. El niño permanecía varios meses acomodado dentro de la dicha, inmovilizado ya que se creía que de este modo se aceleraba el crecimiento, al reducir el gasto energético al mínimo[6]6. Cuando se aproximaba el momento de comenzar a caminar, el niño era liberado de la dicha y colocado sobre un cuero para que se mueva e inicie el aprendizaje de la marcha.

Hasta este momento la alimentación básica era la leche materna, tarea para la cual la madre ponía especial énfasis, extendiéndose hasta los tres años y si nacía en ese lapso otro niño continuaba amamantándolo junto al recién nacido. Para complementar esta alimentación, pobre en hierro, se les dan pequeños trozos de carne cruda y grasa para que chupen junto con la ingestión de sangre. Al poco tiempo pasaban a consumir la misma alimentación que los adultos.

La aceptación de un hijo en sociedades pre-industriales preanuncia una serie de beneficios económico-sociales futuros: el aporte de mano de obra, la producción de bienes y servicios, la protección y cuidado que estará obligado a brindar a los restantes miembros de su familia de origen, justifican el esfuerzo de sus padres para lograr que su descendiente alcance un desarrollo pleno; se verán compensados los costos de crianza, entre los que sobresalen los de la madre, quien además aportaba su propio cuerpo para garantizar el desarrollo del nuevo individuo.

Pero además en el caso de las sociedades indígenas regionales esta actividad era de vital importancia para la supervivencia del grupo, en un contexto de fricción con los cristianos. Para ello era necesario también fortalecer las alianzas con otros grupos tribales y uno de los mecanismos utilizados para ello fueron las uniones matrimoniales, de este modo las familias políticas de los hijo estaban obligados a protegerse y ayudarse frente al ataque de enemigos.

De acuerdo a las fuentes consultadas los padres son muy afectuosos con los hijos, prodigándole todo tipo de atenciones y satisfaciendo sus más mínimas exigencias. Por otro lado el nacimiento consolidaba la unión de los padres, siendo poco habitual la separación de parejas con descendientes.

* Mirta Zink y Daniel Villar son docentes de la Facultad de Ciencias Humanas (UNLPam). Zink integra el Instituto lnterdisciplinario de Estudios de la Mujer. Villar es también profesor y actualmente decano del Departamento de Humanidades, UNSur.
Este artículo es una síntesis del trabajo de investigación realizado por la profesora Mirta Zink y el licenciado Daniel Villar, publicado en la revista La Ayaba, segunda época, Vol. III, Universidad Nacional del Comahue, 1998. El mismo forma parte del proyecto de investigación Contribución a la historia de las sociedades indígenas de la región pampeana (siglos XVIII-XX), acreditado en las U.N. del Sur y en la U.N. de La Pampa.

[1] De la Cruz, García, D'Orbigny, Darwin, Guinnard, Armaignac, Mansilla, Hux, Deus, entre otros.
[2] Con estos términos nos referimos a las primeras etapas biológicas de los infantes en los cuales incorporan las pautas de la sociedad en la que crecen. Algunos autores establecen una diferencia cronológica donde la endoculturación se refiere a los primeros años de vida -período en que los niños/as son particularmente maleables- y constituye por lo tanto una etapa primordial del proceso de enculturación.
[3] Con este término queremos designar el carácter conflictivo y desigual que tuvieron las relaciones entre dos grupos étnicos distintos: indígenas y cristianos.
[4] Los observadores, pertenecientes a otras pautas culturales, asociaban la idea de embarazo y parto a la enfermedad y al dolor y por lo tanto al reposo e inactividad de allí su asombro.
[5] La práctica de bañarse a la intemperie todos los días al amanecer sin importar la estación del año continuaba durante toda la vida del individuo.
[6] Para las sociedades indígenas era de vital importancia llegar lo más rápido posible a la adultez, en un contexto de conflicto con la sociedad blanca que buscaba dominarlos o eliminarlos, para apropiarse de sus tierras.

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