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El territorio que abarca nuestra provincia esconde misterios que cada tanto afloran con fuerza, movilizando la curiosidad y el asombro de los propios pampeanos. Personas y personajes, hechos que influyeron y decidieron la historia, fechas, lugares, sueños y frustraciones, que pueblan nuestra geografía, suelen ser rescatados desde el anonimato por el arte de quienes sienten profundamente la necesidad de conocer más esta tierra y su gente.
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Santa Rosa es apenas una aldea de poco más de ochocientos habitantes a fines del siglo XIX. Pugna afanosamente por dejar de ostentar esta condición para convertirse en una dama promisoria en la escena nacional.
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En la actualidad nos enteramos cada vez con mayor frecuencia de hechos teñidos de violencia y de los cuales se discute en el momento para luego olvidarlos. Uno de ellos es el abuso sexual en la infancia, que por la dureza que reviste, muchas veces, se lo deja de lado, sin tener en cuenta a las víctimas y las secuelas que subyacen en el corazón y en el cuerpo de muchos niños.
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¿Por qué la educación sexual es importante para la formación de los niños y adolescentes? Durante muchos años en Argentina no se pudo hablar sobre sexualidad y educación sexual, era un tema tabú teñido de prejuicios y referenciado al aspecto biológicogenital.
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La Nación Mamülche es la habitante desde los tiempos inmemoriales de lo que hoy es el centro de Argentina. Comprendía al oeste de Buenos Aires, sur de Santa Fe, Córdoba, San Luis, Mendoza. Al este el Atlántico; al sur la Nación Wiliche; al oeste hasta el pacífico, la Nación Pehuenche.
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Como en todos los emprendimientos de la CPE, a través del Servicio de Enfermería Integral se ha tratado de brindar a los asociados aquello que pueda mejorar su calidad de vida y que, en este caso, tiene relación con la salud de la población.
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El 24 de marzo de 1976 comenzó en nuestro país un proceso histórico que marcaría nuestra historia. El Golpe de Estado encabezado por el Teniente Coronel Jorge Rafael Videla tuvo como objetivo primordial “ordenar” a la sociedad argentina, por ello este momento histórico fue denominado “Proceso de Reorganización Nacional”. Según las Fuerzas Armadas, Argentina estaba en desorden, reinaba el caos porque existía un supuesto “enemigo” al que se debía combatir, ese enemigo era la subversión. Y “subversivo” era todo aquel que se oponía al orden esperable del país, que no cumplía con los valores de la moral cristiana y del “ser nacional”.
Durante este período, las instituciones educativas debían ser ordenadas, vigiladas y disciplinadas. Algunos autores, como Eduardo Duhalde, Carolina Kaufamnn, Romina De Luca, Pablo Pineau, entre otros/as, afirman que durante este período, fueron comunes las prácticas represivas tales como la desaparición forzada de estudiantes, docentes, investigadores y parte del personal no docente, encarcelación por motivos ideológicos, despidos, cesantías, cierre de instituciones y de carreras, prohibiciones de autores, libros, textos, teorías, y otras formas de censura.
Parte de lo que sucedía en las grandes urbes, se replicaba en nuestra provincia. Las ideas de que en la Pampa “no se sintió el proceso represivo” durante la última dictadura o que nuestra provincia fue “una isla”, lejos están de seguir sosteniéndose como afirmativa. Al respecto, hay varios trabajos de investigación —como “El Informe 14: La represión ilegal en La Pampa” de Norberto Asquini y Juan Carlos Pumilla—, que nos muestran los efectos del Terrorismo de Estado en La Pampa. Aquí, hablaremos sobre cómo se desplegaron estas prácticas represivas en las instituciones educativas, en particular el Colegio Nacional República de El Salvador, Sección Comercial Anexa, de la localidad de General Pico.
A inicios de la década del `40 General Pico contaba con 12 mil habitantes; una localidad que progresivamente registró un importante crecimiento y que se convirtió en el sueño de muchos. La educación pasó a ser una demanda, una posibilidad de crecimiento para los jóvenes de la ciudad. Había cuatro escuelas de nivel primario pero no existía ninguna institución secundaria. Padres, abuelos, pero también la juventud, deseaban un lugar donde hacer crecer sus sueños, instruyéndose. Fue así como a finales de 1942 y por iniciativa de la comunidad piquense, se comenzó a idear y a trabajar en un instituto de enseñanza superior al ciclo básico de la enseñanza para que todo aquel joven que terminaba sexto grado pudiera adquirir conocimientos superiores. Un 25 de abril de 1943 se labró el acta constitutiva y el 22 de mayo se inauguró el Instituto de Enseñanza Secundaria, de entidad privada:
Un lustro después, un 30 de mayo de 1948, el instituto pasó a depender del Consejo Nacional de Educación y comenzó así la historia del Colegio Nacional “República de El Salvador”. Sin embargo, y a causa de interés y necesidad poblacional y de inquietudes de una amplia zona aledaña, el 17 de mayo de 1958 se inauguró la Sección Comercial Anexa al Colegio Nacional.
Una mirada al colegio
Para comprender las prácticas represivas que circularon en el colegio Nacional durante entre 1975 y 1984, retomamos a Carolina Kaufmann (2007) quien afirma que en Argentina se dieron dos tipos de prácticas pedagógicas: por un lado las pedagogías autoritarias, es decir, las que tuvieron lugar antes del Terrorismo de Estado, y por el otro, un conjunto de prácticas pedagógicas procesistas, características de la última dictadura militar. Es decir, que para poder entender cómo funcionó el sistema represivo en el Nacional durante la última dictadura militar, debemos echar la mirada unas décadas hacia atrás, y atender a qué tipo de prácticas ya venían siendo visibles.
A partir del análisis de documentos escritos como Hojas de conceptos, medidas disciplinarias, circulares, normativas y testimonios, pudimos hacer un breve recorrido y examinar básicamente las características del sistema educativo del Nacional durante las décadas del 60 e inicios de la del `70. Ya desde los primeros años de la década del `70 fueron comunes los llamados de atención a estudiantes por cuestiones conductuales, como utilización de vestimenta inapropiada, faltas de respeto a las autoridades o incumplimiento de las normas de convivencia establecidas en la institución. Estos llamados de atención derivaban en amonestaciones como medida disciplinaria. El control y el disciplinamiento fueron moneda corriente tanto en los pasillos como en las aulas.
Pero también lo percibimos en las Hojas de Concepto que se le daba a fin de año a cada docente, donde se evaluaba su desempeño pedagógico. Tras la lectura, pudimos registrar que desde la década del `60 se realizaban apreciaciones a docentes basadas en la construcción de un tipo de docente ideal que respondía a una pedagogía autoritaria. El concepto de “control” aparece fuertemente marcado en varias devoluciones a docentes. En una Hoja de Concepto de 1959 una profesora recibió una felicitación puesto que “en sus clases impone disciplina”. También en 1960 la vicedirectora de la institución recibió en su apreciación anual lo siguiente: “su experiencia y sus inquietudes intelectuales le han conferido amplia cultura e idoneidad para su cargo. Revela condiciones directivas. Es eficaz en la orientación de la enseñanza y en el control general.” En 1962 recibe una valoración similar: “controla con habilidad y constancia el normal desarrollo de la autoridad escolar.” En otras hojas de conceptos, también de la década de 1960, aparecen ideas y valoraciones como por ejemplo: “se destacan sus condiciones para el control disciplinario.”, “maneja la clase con habilidad y pericia”, “digno de destacar su voluntad para cubrir horas libres y trabajar fuera de horario”, “muy buena puntualidad”, “ha trabajado con la misma dedicación a pesar de haber soportado problemas de salud”, etc. Queda claro el seguimiento estricto que se le hacía al cuerpo docente, detallando todo, desde la “capacidad” del docente, su “dedicación” y “compromiso” con la institución y las actividades escolares, su trabajo áulico, sus conocimientos, llegadas tarde e inasistencias por enfermedad.
Las voces de los protagonistas
Podemos decir entonces que el Colegio Nacional República de El Salvador Sección Comercial Anexa fue protagonista de un conjunto de prácticas educativas con un tinte autoritario, basadas en el control, la disciplina, el orden y el respeto, desde las décadas previas al tiempo estudiado. Estas características autoritarias se sostuvieron en el tiempo y la sociedad llegó a “normalizarlas”; pero se agudizaron a partir del inicio del régimen dictatorial, sumando otras particularidades típicas del proceso.

Solicitud de Aplicación de Medidas Disciplinarias. Fuente: Colegio República de El Salvador.
Al disciplinamiento, el control y el orden típicos de las décadas previas ya mencionadas, se le sumaban la severidad, el miedo, el silencio y la figura del detenido-desaparecido, entre otras.
Traemos a colación a modo de justificar esta idea, las voces de algunos/as entrevistados/as, como ex docentes y ex estudiantes de la institución. De esos testimonios surgieron ideas como: “entonces uno tenía miedo y se cuidaba, eran los límites y ahí los límites estaban totalmente claros y establecidos”, “como el miedo no es tonto, nosotros cumplíamos al pie de la letra;” “era tanto el miedo que nos auto-controlábamos”; “y bueno, teníamos que callarnos”; “Acá si no tenías un vínculo directo con alguien que le había pasado algo, no te dabas mucho cuenta porque al ser una provincia pequeña, por lo menos en las familias nuestras, como que era que no se hablaba o no había tanto medio de comunicación, no sé, vivíamos un poquito en la ignorancia.”; “Una época difícil. También estábamos un poco, (…) como si ahora en este momento llegan los militares. Mucha gente que no sabía. Esa gente que no sabía, los padres de nuestros alumnos, no había la cultura de ahora, no había los medios de comunicación de ahora.”
A esa frase “vivíamos un poquito en la ignorancia” o a la idea de falta de cultura, podríamos pensarla desde la existencia de un miedo latente, ya que decir que “no se hablaba” no es lo mismo que ignorar lo que sucedía.
Podríamos afirmar entonces que parte de la sociedad naturalizó el autoritarismo, sostenido por un miedo oculto a la ley y quizá un poco de desconocimiento, pero también de desinterés para analizar la realidad. Un desinterés que podemos relacionar directamente con una sociedad aterrada. El miedo definió el accionar de distintos actores sociales. Un miedo basado en ciertas prácticas intimidantes, modeladoras e imperativas que eran generadoras de un silencio social, quizás como dijimos recién, por elección o por desconocimiento.
Es decir, ante el miedo existente y la incertidumbre del contexto, se correspondía el silencio y, por ende, la falta de acción; de ahí la pasividad de los agentes sociales, particularmente en el sistema educativo. No hacía falta que la represión sea explicita, que hubiera violencia física, que se estacionara fuera del colegio un auto Falcon verde, símbolo de la desaparición forzada, porque sí existía todo este entramado pedagógico-social que venimos mencionado.
En otras provincias tal vez la dictadura tuvo su cara visible en la cotidianeidad, como por ejemplo en la militarización de las calles e instituciones. Esto no se vio en los colegios secundarios de General Pico, pero sí podemos afirmar que tras analizar los cambios y continuidades dentro del sistema educativo, podemos entender de qué manera los sujetos educativos, y quizá parte de la sociedad piquense, fueron víctimas de este sistema de facto.
La contracara de este repertorio coercitivo basado en las prácticas pedagógicas autoritarias procesistas, fue la salida democrática, momento en el cual en algunas subjetividades el miedo siguió latente; pero en otras, se logró una liberación muy notoria que daba cuenta de un sistema represivo previo. Una entrevistada nos contaba “En el 83 estábamos ya, yo termine en el 81 la secundaria; en el 83 viene Alfonsín con la Democracia y ahí si ya se flexibilizaron los uniformes. (…) Después hubo como una explosión de libertad. Ello llevó a exceder los límites de los alumnos. (…) Me acuerdo que por ejemplo pintaban los baños, era como que viva la libertad, entonces ahí aparece la sociedad que no sé, no sé qué nos pasa… como que sacaron el bozal entonces sí, rompe todo.”
Queda claro que tras el retorno democrático se vivió rápidamente un aire de emancipación, donde la libertad de expresión y la participación estudiantil comenzaron a ser moneda corriente. Esto puede ser motivo para comprender cómo los años previos respondieron a una lógica educativa procesista; si los agentes educativos no hubiesen vivenciado su práctica escolar bajo el autoritarismo, el orden, la disciplina, el respeto y claramente, bajo la sumisión, el miedo y el silencio, no hubiese sido tan efervescente, inquieta y liberada la etapa posterior.
*Victoria San Martín es profesora y Licenciada en Historia.
Instituto de Estudios-Socio-Históricos, Facultad de Ciencias Humanas.
Universidad Nacional de La Pampa.
Bibliografía
ASQUINI, Norberto y PUMILLA, Juan Carlos (2008) El Informe 14: La represión ilegal en La Pampa, 1975-1983. Santa Rosa, La Pampa. Ed: LyM.
DUHALDE, Eduardo Luis (1999) “El Estado terrorista argentino: quince años después, una mirada crítica” en Catálogo colectivo de la Universidad de Buenos Aires, Bs.As. Ed: Eudeba.
Métodos cualitativos II. La práctica de la investigación”. Centro Editor de América Latina.
DE LUCA, Romina (2013) “La educación argentina en épocas de la última dictadura militar: regionalización y descentralización del nivel primario de educación (1976-1983)” en Contextos Educativo, s, N° 16 (2013).
KAUFMANN, Carolina (2007) “El discurso autoritario en el dispositivo pedagógico. La unicidad pedagógica. Argentina 1976-1983” URI, recuperado de http://hdl.handle.net/2133/4347
KAUFMANN, Carolina (2007) “El discurso autoritario en el dispositivo pedagógico. La unicidad pedagógica” en Kaufmann y Doval, Paternalismos Pedagógicos. Las políticas educativas y los libros durante la Dictadura, Buenos Aires, ed: Laborde.
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El diagnóstico medioambiental de un área urbana y los sectores socioeconómicos que la habitan se expresan cartográficamente volcando sobre un plano de la ciudad las áreas que presentan diferentes grados de bienestar. A la determinación del mismo se llega analizando dos grandes grupos de variables: las de servicios públicos y las de nivel socioeconómico.
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La imposición del nombre o güi ocurría aproximadamente a los cuatro años, una vez que los niños habían aprendido bien a caminar solos. En este momento tenía lugar un rito de iniciación que algunos autores denominan ceremonia de horadación de las orejas de niños y niñas, con un punzón de hueso. Este rito marcaría el paso a la segunda etapa: la de adiestramiento.
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Las fuentes escritas durante el siglo XIX por militares, viajeros, cautivos[1] sobre las sociedades indígenas de la región pampeana y nordpatagónica han privilegiado la descripción de los guerreros -varones adultos en condiciones de tomar las armas- y han minimizado el rol de la chusma -todos aquellos individuos desarmados y sin poder: principalmente mujeres, niños y viejos-. Esta actitud no ha sido casual en un período de alta conflictividad inter-étnica -enfrentamiento entre indígenas y blancos- donde el objetivo perseguido por la sociedad blanca fue la eliminación de aquellos que consideraban "salvajes" y que representaban un obstáculo al "progreso" de las Provincias Unidas del Río de La Plata. La política oficial apuntó entonces a mermar la base población de los grupos indígenas matando a los guerreros en los enfrentamientos, pero también buscó paralelamente disminuir esta densidad demográfica eliminando físicamente niños, jóvenes y mujeres en edad de procrear o también tomando niños/as y jóvenes para entregarlos como sirvientes a funcionarios y oficiales que actuaban en la frontera.
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El viaje a Darwin dura alrededor de una hora y media en ómnibus, por cuidado camino de tierra, pero en total soledad, con sólo campo y cerros a nuestro alrededor. Durante el trayecto pudimos observar lo que nos habían anticipado en el aeropuerto: los campos cercados con alambre y marcados con abundantes cartelitos de chapa roja con una calavera impresa en blanco advirtiendo la presencia de minas.
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La historia de CADEGAS -Cooperativa Argentina de Gas- está basada en la necesidad social, tal cual lo ha marcado el camino recorrido por el conjunto del movimiento cooperativo. Una y otra vez, los desafíos de la actualidad nos imponen rememorar las circunstancias de nuestro nacimiento, para darnos cuenta de la obligación de mantener la prestación del servicio de gas licuado a través de las empresas sociales cooperativas.








